A día de hoy, José Antonio Carmona lleva sesenta años con una guitarra española entre las manos. Este artista, más conocido como Pepe Habichuela, confiesa que «subir con la guitarra a un escenario y ver al público emocionado me da la vida».

¿De dónde viene esta pasión por el flamenco y la guitarra?

Mi abuelo, Chacheico, era también guitarrista y le trasmitió la pasión por la música a mi padre, y mi padre a nosotros, a los Habichuela. Y ahora nosotros se la trasmitimos a nuestros hijos.

¿Cuándo comenzó a gustarle el arte flamenco?

La guitarra la aprendí muy joven, con 12 años. Me enseñó mi padre, quien fue mi maestro. Y luego me fui a Sacromonte, Granada, a tocar la guitarra siendo un crío. Y a los 17 años me fui a Madrid, donde hice mi carrera hasta hoy día. Soy del 44, llevo ya sesenta años con la guitarra y mi pasión es la música y el flamenco. En mi casa ha habido músicos, mi hermana, mi hermano, todos.

¿Cómo fue su primera guitarra?

Cuando le pedí a mi padre que me comprase una guitarra porque era mi pasión le costó unas 5.000 pesetas. Yo estaba loco con ella, como si fuera mi mujer, todo el día pegado a ella. Los cuatro hermanos tocamos la guitarra: Juan, Luis, Carlos y yo. Y ahora, mi hijo y mi sobrino..

¿Ha tenido alguna vez algún ídolo, una figura a quien idolatrar?

¡Sí! Uno de mis ídolos ha sido Paco de Lucía, que es un fenómeno que abrió las puertas a todos los guitarristas. Gracias a él, ahora vamos a los teatros con la guitarra algo que antes no existía. Y ahora la verdad que el flamenco va cada vez más para arriba.

¿Qué proyectos futuros tiene en mente?

Ahora voy a un festival que hay en Pamplona que se celebra cada año y se llama Flamenco On Fire. Me han hecho embajador del festival y todos los años tengo que estar en allí. Y en octubre me darán en Madrid un homenaje por los 60 años que llevo con la guitarra en la mano. Serán tres días de flamenco muy importantes con las máximas figuras de España en el Teatro Circo Price de Madrid, donde me darán un homenaje en vida, que nunca se ha dado en vida. Siempre se suele dar cuando uno ya está en el otro barrio y lo bonito de esto es poder verlo cómo me lo dan. Eso me hace muy feliz.