Aficionado al mate, el tango y el fútbol, Jorge Bergoglio, el papa Francisco, ha logrado abrirse ya un lugar en la mitología argentina y colocarse a la altura de Evita, Gardel, Maradona e incluso el Che Guevara en el imaginario popular. El primer papa latinoamericano y jesuita ha disparado la «Franciscomanía» en Argentina, donde políticos, empresarios, deportistas e intelectuales aprovechan cualquier oportunidad para acudir al Vaticano y fotografiarse con el pontífice. Todos presumen de haberle visto o haber tenido algún tipo de contacto con él, su imagen es una de las más reproducidas en pósteres, pegatinas, chapas, llaveros y hasta un equipo de fútbol y un barrio de las afueras de Buenos Aires han sido bautizados con su nombre.

El Gobierno de Cristina Fernández reivindica ahora a un papa «peronista» dejando atrás el abierto enfrentamiento que mantuvo con Bergoglio durante su última etapa como arzobispo, cuando el cardenal habló incluso de una «guerra de Dios» contra iniciativas gubernamentales como el matrimonio gay. La presidenta argentina fue la primera jefa de Estado a la que recibió como papa, el 18 de marzo del año pasado, y volverá a visitarle el próximo lunes. La oposición no se ha quedado atrás y, con independencia de ideologías, sus dirigentes se han apresurado también a acudir al Vaticano para dejarse ver con el pontífice. Desde el alcalde de Buenos Aires, el conservador Mauricio Macri, hasta el izquierdista Fernando «Pino» Solanas, pasando por gobernadores, empresarios y hasta cartoneros, sin olvidar a la selección que capitanea Lionel Messi. Todos han querido aparecer con el papa «cuervo» como se le conoce en Argentina por su afición al San Lorenzo de Almagro.

«Un papa argentino es de esos regalos que Dios nos hace pocas veces», dijo recientemente el titular de la Cámara de Diputados, el oficialista Julián Domínguez, hombre próximo a Bergoglio y figura emergente en el entorno de Cristina Fernández. Sin embargo, conocedor de la realidad política argentina, Bergoglio quiso mantenerse al margen de las rencillas locales y en 2013 evitó visitar el país en su primer viaje a América Latina para no convertirse en instrumento electoral de la campaña para los comicios de octubre.