Mónica Bellucci vive un momento dulce en su carrera porque puede interpretar a personajes maduros que «hace 6 o 10 años no hubiera podido haber hecho» y sabe que es «afortunada» por ello, como demuestra su papel en la nueva cinta de Emir Kusturica, En la vía láctea, un cuento de hadas y de amor maduro. «Es bonito ver que el amor, la sexualidad y la sensualidad son cuestión de energía y no de edad, y esta película lo demuestra, y es una bella imagen», aseguró ayer Bellucci (Città di Castello, Italia, 1964) sobre el «romance» que comparte en la gran pantalla con Kusturica en la nueva película del director serbio, que se estrena el 14 de julio.

Se trata de una cinta que su director describe como un «cuento de hadas moderno» ambientado en la Guerra de los Balcanes y en el que Bellucci deja ver su madurez interpretativa con un misterioso personaje sin nombre muy alejado de sus trabajos en obras como Malena (2000) o Matrix (2003) . «Es una nueva manera de estar en pantalla», sostiene la actriz sobre esta nueva etapa que comenzó con Spectre (2015), la primera película en la que una mujer madura caía en los brazos del eterno James Bond.

Su personaje en este retorno de Kusturica, autor de cintas icónicas como Underground y ganador de dos Palmas de Oro, es «maternal», aunque, a la vez, «puede matar», ya que está inspirado en la historia real de una espía serbio-italiana que se hacía llamar Luna.

El protagonista de En la vía láctea es un lechero, Kostos, interpretado por el realizador serbio, que cada día atraviesa con su fiel halcón el frente de batalla a lomos de un burro, esquivando las balas para llevar su preciada mercancía a los soldados. Ambientada en la Guerra de los Balcanes, la cinta es una oda a la naturaleza y al amor cuando una misteriosa mujer de origen italiano, que encarna Bellucci, aparece en su vida. «En el momento en el que se conocen simplemente pasa algo mágico», argumenta la actriz .

Bellucci asegura que es «bonito» que la relación en este filme la protagonicen dos personas que «ya no son jóvenes». Porque, como «mujer adulta», ya «no soy la misma»: «Mi físico está cambiando y puedo hacer otro tipo de personajes que no podría hacer hace 6 o 10 años», reconoce.

La actriz, que asegura que nunca a va ser directora, cree que la «sociedad está cambiando» y la manera en que se mira a las mujeres y a las actrices cuando lleguen a edad madura es ahora «diferente». «Las mujeres se están mirando a ellas mismas de otra manera y por eso estamos siendo vistas de una manera diferente», argumenta sobre el cambio de paradigma en la industria, en la que se empieza abrir una brecha para las actrices maduras que «en los años 40 o 50 no sería posible» que entrasen en las producciones.