Cuando hay toros se celebra por la mañana el apartado y sorteo, pero en este día además entró en vigor la ley que elimina la prevalencia del apellido paterno sobre el materno, o del progenitor A sobre el B, o que las criaturas puedan usar como primer apellido el que prefieran. Y es que en el caso de Cayetano da lo mismo cual lleve primero porque vaya tela la sangre torera que lleva el mozo.

Cuando comienza la segunda de feria, la bandera abraza el asta, no pudiendo haber un presagio mejor por la falta de viento.

Menos cemento en el Sol porque la planta del niño de Paquirri bien lo merece y no sorprenden los olés femeninos predominando en los tendidos después de ver a la legión de fans haciendo un túnel con los brazos en alto para tomar fotos con los móviles desde la llegada de Cayetano hasta que entró en la capilla que con tanto cariño cuida don Felipe.

Tarde tras tarde el público que acude al coso de la Plaza de España es alegre y bullicioso, también entendido, que lo mismo sabe protestar un puyazo que considera excesivo, como aplaude un pase por abajo, protesta los fallos con el verduguillo o pide indultos de tres al cuarto. Algunos aficionados también aprenden que cuando van a la cantina entre toro y toro, no pueden regresar a su localidad hasta que salgan las mulillas, por muy buena pinta que tengan los «gintonics» que llevan. Hay que ver las fatiguitas que pasan los acomodadores y el arte que tienen para lidiar en los tendidos.

Asistieron el restaurador Lucio, José Luis Benlloch, el ganadero Daniel Martínez, el rejoneador Manuel Manzanares y Curro Vázquez.