El gesto como comunicación, como cotidianidad, como rutina inapreciable, pero también como abstracción, como lucha y como reivindicación. En ese proceso creativo se encuentra Rosana Antolí (Alcoy, 1981) que ya ha mostrado los primeros frutos de este trabajo. Barcelona, Londres y Madrid. Tres grandes ciudades para tres proyectos distintos pero unidos por la misma necesidad.

«Mi práctica artística se focaliza en entender el movimiento en relación con las artes visuales, en buscar una poética en las acciones de nuestro día a día, en la repetición y en lo absurdo, y en ser capaz de escuchar y observar la coreografía que nosotros y los objetos realizamos cotidianamente, así como la relación entre todos estos elementos», asegura. «Mi interés radica en los ritmos que se hallan en espacios urbanos y los gestos geográficos del cuerpo humano. A partir de esta premisa busco revelar las coreografías que estructuran nuestro día a día».

El arte no solo sale a la calle y se cuelga en las paredes, como en su exposición The one, the teeth and the circle que inauguró el pasado 3 de junio en la galería The Ryder de Londres, un estudio de los gestos cotidianos que luego traduce en vídeo, escultura, dibujo y performance. También es videoarte, o mejor el arte de conformar un vídeo, en su proyecto Walkative, que se puede ver en Barcelona, tras ser elegido entre las once propuestas seleccionadas en el premio internacional de videoarte Loop Discover, de las 700 enviadas de todo el mundo.

En su Walkative, Antolí se acerca al barrio Mile End de Londres y sigue con un vídeo la figura de Graham, un desempleado que recoge con su cuerpo los movimientos de una ciudad con dos distritos entre los que existe gran contraste político, económico y social. Con ellos, plasma movimientos y sentimientos «que dan voz al fracaso».

Y a vueltas con el movimiento en la exposición individual Piri Reis. La continuación de un mito, proyecto realizado con las ayudas a la videocreación de la Fundación BBVA, que se inaugura hoy en Madrid. «La poética construida a través de los gestos de los miembros del pueblo mapuche, ejemplo de resistencia de un continente, esos cuerpos que bailan y luchan, son el testimonio vivo de una fuerza que articula un presente y un futuro más allá del papel que la historia oficial les quiso asignar».