El escritor e intelectual Juan Goytisolo, fallecido la madrugada del domingo en Marrakech a los 86 años de edad, es uno de los nombres que han dibujado la cumbre de la literatura española, un autor cervantino con una voz crítica y heterodoxa, además de practicante de la incorrección política, desde que se exilió en París en 1956. Juan Goytisolo Gay, nacido en Barcelona en 1931, está considerado también un «interlocutor entre la cultura europea y la islámica»; no en vano, ha vivido en Marrakech, desde los años ochenta. Allí será enterrado hoy, en el Cementerio Civil de Larache (norte de Marruecos).

El autor había dejado claro que quería ser enterrado en Marruecos y que no deseaba que fuera un cementerio católico, con lo que no quedaban muchas opciones, ya que la mayor parte de cementerios son camposantos musulmanes, judíos o cristianos. En ese cementerio de Larache está enterrado el escritor francés Jean Genet, por quien Goytisolo siempre profesó admiración.

Antes de trasladarse a Marruecos, sus pasos le llevaron a Estados Unidos, donde impartió clases en California, Boston y Nueva York. Una vida nómada y universal que también se refleja en su literatura: Carlos Fuentes lo consideraba como «uno de los mejores escritores del mundo», y él mismo se ha clasificado como alguien «anómalo como todo creador» y de «nacionalidad cervantina».

Nacido en el seno de una familia vasco-cubana, Juan era hermano del poeta José Agustín Goytisolo, fallecido en 1999, y del también escritor y académico Luis Goytisolo. Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona, tras la publicación de sus dos primeras novelas, Juegos de manos (1954) y Duelo en el Paraíso (1955), Juan Goytisolo se marcho a París, donde estuvo hasta 1969. Allí fue asesor literario de la prestigiosa editorial Gallimard, y conoció a la fallecida Monique Lange, la novelista y guionista con quien se casó en 1978 y quien introdujo en Francia a autores como Luis Goytisolo o Jesús Fernández Santos. Autor de más de cincuenta títulos, la mayoría traducidos al inglés, Juan Goytisolo cultivó la novela, el ensayo, la literatura de viajes, el cuento y las memorias, una creación marcada siempre por el compromiso y la libertad. Títulos como Fin de fiesta y una de sus obras míticas y de mayor impacto, Señas de identidad, y, tras ellas, Juan sin tierra, Disidencias, Makbara, Paisajes después de una batalla y Coto vedado, donde habla abiertamente de su homosexualidad.

Reconocido con premios como el Nacional de las Letras, el Premio Formentor, el Europalia de Literatura, el Octavio Paz, el Juan Rulfo de Guadalajara (México), el Rachid Mimumi de París a la tolerancia y a la libertad, y el Nelly-Sachs (Dortmund, Alemania, 1993), Goytisolo siempre ha lamentado que la mayoría de los premios se los dieran fuera de España. El Premio Cervantes, que recogió en 2015 en una solemne ceremonia en donde también mostró su lado iconoclasta, al ir vestido de traje de calle, en lugar del chaqué que sugiere el protocolo, puso el broche de oro a toda su carrera vertebrada por su idea de la creación y también por un autor, Cervantes, quien en palabras de Goytisolo «fecundó la totalidad de la novela europea».

En cuanto a la creación, Goytisolo ha sido siempre muy claro: «No hay corrección política. Ocurre lo mismo que con las fantasías sexuales de cada uno, que no tienen que pasar por ninguna corrección», decía.

Su obra, prohibida en España por la censura franquista desde 1963, pasó por el realismo social de los cincuenta, con un pensamiento muy crítico con el sistema burgués y siguió en el trazo de una literatura moderna y muy heterodoxa que ha llegado hasta la actualidad. Defensor de los derechos de las mujeres, de los homosexuales, de los desposeídos del Tercer Mundo y de todas las minorías, Juan Goytisolo también ha dedicado varios ensayos a referentes suyos como Blanco White, Manuel Azaña o Américo Castro.

Goytisolo reivindicó también una transición cultural para España. «La Transición política cambió el rumbo de la sociedad española, pero no ha ido acompañada de una transición cultural», recalcó en varias ocasiones el escritor, que en su discurso de agradecimiento del Premio Cervantes hizo un guiño al partido de Pablo Iglesias, al decir: «Digamos bien alto que podemos».

«Las letras están de luto»

Felipe VI aseguró ayer, a través de su cuenta de Twitter, que las letras españolas «están de luto» por la muerte de Juan Goytisolo, pero

«nunca abandonadas», al proclamar que la obra del escritor catalán «acompañará siempre» al idioma castellano.

El ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, también tuvo palabras para el escritor, del que destacó su «firme voluntad de poner en relación el mundo árabe y Occidente». «Sus escritos reflejan una interculturalidad plena de influencias, siempre con el ánimo de mostrar la belleza árabe», afirmó el ministro, que recordó que, desde 2007, la biblioteca del Instituto Cervantes en Tánger lleva el nombre del escritor.

También le recordó ayer Eduardo Mendoza, quien aseguró que «yo era uno de sus seguidores porque era de la generación siguiente», y agregó que «no estaba de acuerdo con los postulados» de Goytisolo sobre la lengua como elemento que debía deconstruirse y reformular, pero ha reconocido que sus ideas le hacían reflexionar. La escritora mallorquina Carme Riera, directora en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) de la Cátedra José Agustín Goytisolo, le definió como un hombre comprometido con la lengua y con su época del que ha destacado que deja «un legado múltiple». «Como novelista hay obras que quedarán para siempre, como Señas de identidad o Reivindicación del conde don Julián».

El escritor español Juan Goytisolo fue «un símbolo de diálogo y unión entre civilizaciones» de las dos orillas del Mediterráneo, dijo el presidente de la Unión de Escritores de Marruecos, Abderrahim el Allam.