Un material «difícil, violento y árido», mucho «riesgo» y una puesta en escena «ambiciosa» resumen la esencia de Gigantes, la serie con la que Enrique Urbizu vuelve a la dirección, junto a su ya habitual José Coronado, patriarca de una familia con un «núcleo feroz de lucha interna por el poder».

Con todas esas palabras define Urbizu (Bilbao, 1962) su nuevo trabajo, que se estrenará en Movistar+ el próximo año y que, como explica el cineasta supone un «riesgo».

Basado en una idea original del actor Manuel Gancedo, el guión de Gigantes es, en sus palabras, «un tobogán vertiginoso» con una trama «sin muchas expectativas de 'happy end', en la que no hay nada que resolver».

La clave está, según el bilbaíno, en la familia Guerrero, «una panda de hijos de p...» que están «heridos de muerte», capitaneada por el patriarca, Abraham Guerrero, a quien da vida el actor José Coronado.

«Mi personaje es la devastación moral hecha persona; es un tipo que nació posiblemente en un hospicio, que se crió en la calle, en un Madrid castizo de la España de los cincuenta», cuenta el intérprete, que considera su nuevo papel como «un bombón» de esos que le hace Enrique Urbizu, con el que ya ha trabajado en otras tres ocasiones.

A ambos, actor y cineasta, ya les unen muchas cosas y, por eso, Urbizu pensó en Coronado «en cuanto» le llegó el primer guión: «Este hijo de p... es el padre, es el mefistófeles. Así se lo hice saber y se empezó a dejar el pelo largo. Era él», cuenta entre risas el director, que ha querido dotar a Gigantes de un formato cinematográfico.

«Queremos intentar que el público pueda disfrutar en casa también de unos valores de la imagen que quizá la televisión se está acostumbrando a no ofrecer, por la homogeneización», subrayó el director de No habrá paz para los malvados, el filme que se llevó seis Goya en 2011, en el que también trabajó Coronado.

En palabras de este último, a esa «calidad superior» de la que, aseguró, podrá presumir la serie, hay que añadir una historia potente, la de una familia que vive «al límite», contada en Gigantes de una forma «tremendamente original».

Todo arranca con Abraham, que acaba de enviudar con tres hijos (uno de ellos, de meses), a quienes trata de una forma «cruel» y, a veces, «hasta humillante», según Coronado.

Un hombre que ha construido su imperio en el Madrid castizo de El Rastro y Lavapiés y que, desde sus comienzos, ha «trapicheado» con todo tipo de género, hasta acabar haciéndolo también, recalca el actor, con «sustancias más peligrosas como la cocaína».

Sin embargo, asegura el madrileño, «esto no es una historia de narcos», sino la de «una saga familiar». Y lo dice porque es fácil atribuir su temática a la de otras series de ficción recientes, como la estrella de Netflix, Narcos, o como la española El Príncipe, en la que también trabajó Coronado.