Han dicho de usted que es uno de los máximos exponentes del neoflamenco.

Sí (ríe), aunque yo no me pongo etiquetas. Esa tarea se la dejo a los demás. No soy ni tradicional, ni neoclásica... Mi trabajo es sencillamente personal. Me siento libre.

¿Estamos demasiado obsesionados con catalogarlo todo?

Se tiende a etiquetar en general. Y no sólo en la prensa. Comprendo que haya que definir algunas cosas para que la gente lo entienda, pero al hacerlo estamos acotando el espacio, y en sí, la propia creación. Es mejor dejarse llevar y observar, sin necesidad de entenderlo todo tanto.

¿Ha sentido incomprensión por parte de otros artistas?

Hay de todo. Hay gente -tanto artistas como espectadores- que no lo entiende y lo rechaza, y hay otra que decide dejarse llevar. Por regla general, no me siento incomprendida. No percibo las críticas como algo negativo. En realidad, me alegra de algún modo que se cree algo de «polémica» en torno a lo que hago. No me sentiría satisfecha si no la hubiera, porque eso significaría que no provoco nada. Quiero provocar la imaginación y obligar a la audiencia a entender algo que a priori no parece tener sentido.

Muchos artistas rompedores recibieron críticas en sus inicios. De hecho, el guitarrista Sabicas dijo que lo que hacía Paco de Lucía no era flamenco...

Sí. Paco de Lucía, Enrique Morente o Camarón fueron en su día muy criticados, y es porque se necesita mucho tiempo para entender que el arte no se pierde, sino que evoluciona.

¿Sigue algún ritual antes de bailar?

Me gusta frotarme las manos, tocarme los dedos y dar palmas antes de cada actuación. También intento salir cansada al escenario, por ello bailo y trato de sentir mi cuerpo lo máximo posible.

Dijo que su espectáculo «Caída del cielo» partió de su útero y de sus ovarios.

Sí, todo comenzó en una visita que hice a una cárcel de mujeres en Francia. Realicé un taller de danza ante 15 de ellas, y cuando les pregunté de dónde sacaban la fuerza para permanecer allí dentro encerradas, una de ellas puso la mano en sus ovarios. Me impresionó muchísimo. Todas mis coreografías tienen algo de autobiografía, ya que trato de expresar en qué momento vital me encuentro. Decidí reflexionar en torno a mi identidad como mujer, y es por ello que Caída del cielo hace guiños a lo que significa ser mujer en todos los sentidos. Por ejemplo, cuando emerge una gran menstruación, de donde sale mi fuerza en ese momento.

Debe de ser duro experimentar ese dolor durante casi un año, el tiempo que lleva esta obra en los escenarios.

Es doloroso, pero también muy bonito. Te ayuda a ponerte en tesituras a las que te tienes que enfrentar. Te expones a muchas emociones. Me autodestruyo en cada obra y lloro muchas veces sobre el escenario.