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Sexo y arte como denuncia social

El artista alicantino Vicente Quiles Guijarro publica Meninas cochinas, con el que mediante el famoso lienzo de Velázquez critica la utilización de la mujer en la historia, la censura de la iglesia católica y el retroceso moral

Sexo y arte como denuncia social

A Vicente Quiles Guijarro le indigna la falta de inteligencia de nuestros líderes, la corrupción institucionalizada, que arraiga peligrosamente en nuestra sociedad, así como la pérdida de valores del ser humano en un mundo cada vez más globalizado. De estas premisas nacen las reflexiones que cabe buscar en su último libro, Meninas cochinas, donde el artista alicantino parte del sexo, el erotismo, la ilustración, el dibujo y, en definitiva, del arte, para adentrarnos en una obra de denuncia sobre lo que acontece a nuestro alrededor.

Y, por este motivo, el artista alicantino parte de un cuadro y lienzo histórico, Las Meninas de Velázquez, para ahondar en temas como la utilización de la mujer, el papel de la censura de la iglesia católica o bien el retroceso moral y la corrupción política donde aflora la figura de Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos.

« Las Meninas son un icono del arte del Siglo de Oro, del Barroco, y de una época en la que España imponía moda, poder y cultura. Y me sirve para realizar la crítica más importante de mi trabajo, que es el nepotismo que han impuesto a sus súbditos los monarcas en toda época. Las jóvenes elegidas para servicio de la familia real, llamadas meninas (había verdaderas luchas para llegar a ese grado de proximidad al poder), eran explotadas en todos los sentidos, y normalmente se aseguraban un buen casamiento, única salida de una joven en ese tiempo para su beneficio», señala Quiles, quien también extiende sus críticas a los actuales y más recientes deslices de la monarquía española por «su mal hacer con los elefantes (animal al que admiro)» y su «paso poco edificante de algunos miembros por los tribunales de justicia».

Meninas cochinas se nutre de las investigaciones de José Deleito y Piñuela, catedrático de Historia de la Universidad de Valencia, entre datos y trabajos con los que Vicente Quiles ha ido elaborando su propia receta de pensamientos en una interpretación plástica, en blanco y negro, donde en ocasiones una fina hebra separa el erotismo de lo pornográfico. Aunque esa es una visión particular que el alicantino deja en manos del espectador del libro: «La diferencia entre erotismo y pornografía dependerá de lo mentecato del cerebro del observador, porque cualquier 'pornografía' tratada con elegancia no asusta a una mente abierta», apunta. Y, por todo ello, matiza que lo suyo es una exposición irónica donde el sexo sirve como hilo conductor «por ser un tema de siempre, mal visto de puertas para afuera, y bien aprovechado de alcobas para dentro».

«Critico la utilización de la mujer de forma descarada y obsesiva por parte de la corona y de los poderosos, lo que daba mal ejemplo al pueblo que no hace más que imitar en la medida de sus posibilidades a sus gobernantes. Se vendía la virginidad a partir de cierta corta edad, se alquilaba por horas o días a la propia mujer entre la infinidad de trapacerías de la época. La iglesia tampoco se libra de mi crítica, siempre falta de vocación y en connivencia con el poder establecido. El estuche que contiene las láminas es un 'homenaje' a la inquisición», indica Vicente Quiles Guijarro.

Los dardos del artista alicantino se lanzan, incluso, contra primeras figuras políticas actuales como Donald Trump, presidente de los Estados Unidos. «Pongo a Trump como sinónimo de poder a semejanza de los monarcas. Creo tan evidente el retroceso moral de este individuo, sobre todo respecto a su trato con la mujer, que equiparo su posición hacia ellas a la que existía en el siglo XVII, cuando la mujer vuelve a ser un objeto al servicio del poderoso», comenta.

Vicente Quiles Guijarro afirma que el arte como instrumento o herramienta para humanizarnos, bálsamo del alma, está «desapareciendo». Sobre todo cuando andamos en un mundo en el que, cada vez más, perdemos la individualidad: «La estandarización del hogar nos robotiza. Ikea y otras firmas al uso se encargan de ello», opina.

«El arte está en crisis como lo está la sociedad. Aunque supongo que pasará, espero más pronto que tarde, y deseo que renazca una nueva forma de ver y expresar», concluye.

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