El polifacético creador sudafricano William Kentridge (Johannesburgo, 1955), conocido por sus dibujos, pinturas, grabados, collages, esculturas y fotografías, pero también por sus incursiones en el teatro, la ópera y la música, fue distinguido ayer en Oviedo con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2017.

Según el jurado, se trata de «uno de los artistas más completos e innovadoras del panorama internacional», y además destaca por estar «profundamente comprometido con la realidad».

Kentridge opina que el trabajo individual de los artistas contemporáneos forma parte de proyecto colectivo que refleja «lo que es estar en el mundo» actualmente.

«El alcance de los premios parece reconocer esto», señaló ayer en un comunicado, en el que asegura estar «encantado» de recibir la misma distinción que años atrás recayó en Núria Espert, Francis Ford Coppola, Michael Haneke, Norman Foster, Woody Allen, Paco de Lucía, Vittorio Gassmann o Bob Dylan.

«Es un gran honor estar entre los ganadores anteriores y formar parte de una comunidad de autores cuyo trabajo también ha sido reconocido en un contexto más directamente social», añade.

Estar en el mundo

«El trabajo hecho por los artistas, en sus diversas y a menudo indirectas formas, forma parte de un proyecto más amplio que refleja lo que es estar en el mundo en este momento», subraya el artista.

Atípico exponente blanco del arte sudafricano que centra su obra en los horrores de la segregación racial, con una mirada especialmente avergonzada al régimen del apartheid, es un creador polifacético conocido por sus dibujos, pinturas, grabados, tapices, esculturas o fotografías, pero también por sus incursiones en teatro, ópera y música.

Nacido hace 62 años y marcado por una familia de abogados especializados en defender a víctimas del apartheid, Kentridge ha tocado a lo largo de su carrera distintas técnicas, aunque ha sido el dibujo el vehículo que más ha utilizado para expresar emociones relacionadas con la realidad sociopolítica sudafricana.

Entre el jurado, la editora y comisaria de arte contemporánea Elena Ochoa, una veterana de este premio, le dio su respaldo desde el inicio ya que, según reconocía al inicio de las deliberaciones, ha trabajado en muchas ocasiones con este creador sudafricano, que en octubre expondrá en el Reina Sofía de Madrid en una muestra comisariada por Manuel Borla-Villel y Soledad Liaño.

En los años ochenta el artista se trasladó a París para estudiar teatro en la Escuela Internacional de Teatro Jacques Lecoq y trabajó como director artístico en series de televisión, antes de comenzar a crear animaciones a partir de sus propios dibujos.

Desde los años noventa ha combinado la práctica del dibujo con el cine y el teatro, convirtiéndose en un artista multidisciplinar que ha cultivado, además, la escenografía, el collage, el grabado, la escultura y el videoarte.

Kentridge se dio a conocer fuera de su país tras su participación en la feria Documenta X de Kassel (Alemania, 1997) y en las bienales de São Paulo (Brasil, 1998) y Venecia (Italia, 1999). Desde entonces, sus dibujos animados o ·películas dibujadas», como las denominan algunos especialistas, han recorrido las salas de los centros de arte más prestigiosos del circuito internacional.

A partir de 2003, Kentridge comenzó a interesarse por la escultura y la videoinstalación y a incluir referencias al teatro, la ópera y el cine en sus nuevos trabajos.

En la última década ha mostrado su producción artística en el MoMA (Nueva York), que le dedicó una retrospectiva en 2010, el Albertina Museum (Viena), el Louvre (París) y el Museo de Bellas Artes de Budapest, entre otros museos.