El Rey elogió a Eduardo Mendoza como «maestro en el manejo del idioma» y «verdadero biógrafo» de Barcelona, una ciudad que ha propiciado «un extraordinario ecosistema cultural» y donde, como en su obra, la convivencia entre castellano y catalán «es algo natural». En su discurso, el Monarca ensalzó a Mendoza como un «verdadero artesano del lenguaje», que usa «como una herramienta de precisión» ajustada a los diferentes registros idiomáticos de sus personajes para acercar al lector a diversas realidades, «desde la de los diferentes grupos marginales a la de las clases altas, en diferentes épocas y en diferentes lugares».

Tras recordar que su primera novela, La verdad sobre el caso Savolta, transformó por completo hace más de 40 años el panorama literario de España, subrayó que, desde entonces, lectores y críticos reciben con «expectación inusual» cada uno de sus nuevos títulos, que componen una obra marcada por el «mestizaje literario» entre novela histórica, novela negra, parodia, picaresca y crónica periodística.

Felipe VI -que lucía en su solapa la insignia del Toisón de Oro- destacó asimismo cómo en su obra «conviven el castellano y el catalán», una convivencia que «es algo natural en su ciudad, Barcelona», según subrayó, antes de alabar la importancia del «ecosistema cultural barcelonés» y recalcar que esta ciudad es «una de las grandes capitales mundiales del libro».

Sobre la Barcelona reflejada en la obra de Mendoza, el jefe del Estado argumentó que «este papel destacado de una ciudad no debe interpretarse en el sentido de un mero localismo», ya que en las vivencias de sus personajes hay «rasgos universales» que responden a la máxima de Unamuno: «Es labor del creador hallar lo universal en las entrañas de lo local».

«Desde hace décadas», Barcelona «ha propiciado un extraordinario ecosistema cultural que ha apoyado y difundido a un buen número de creadores», reflexionó el Monarca sobre la ciudad que vio nacer también a otros premiados con el Cervantes.