Las palabras de la zarina Alejandra resonaron en la voz de Paula Iwasaki. La actriz leyó un capitulo de la novela con la que Espido Freire ganó el Premio Azorín para abrir la presentación en Madrid de Llamadme Alejandra, en la que la autora se acerca a uno de los personajes más importantes y menos conocidos de aquellos años, Alejandra Fiodorovna Romanova, víctima de bulos de todo tipo y sobre la que Freire realiza un perfil desde la intimidad. En el acto estuvo acompañada por el escritor Javier Sierra y por el diputado de Cultura, César Augusto Asencio.

Espido Freire, la ganadora más joven del Premio Planeta hasta el momento, se alzó con el galardón que lleva el nombre del escritor monovero, convocado por la Diputación de Alicante y la editorial Planeta, el pasado 2 de marzo, justo en el año en que se conmemora el 50 aniversario de la muerte de Azorín. Y también el centenario de la revolución rusa de 1917, época en la que se desarrolla la historia de Llamadme Alejandra.

«El Premio Azorín ha ganado a Espido Freire porque es una novela que va a poner en una situación de privilegio a este premio en las librerías», aseguró Sierra, que entabló un diálogo con la escritora. Destacó el autor que pese a la fecha no es una novela «de oportunidad». En su opinión, se centra en una época «bisagra», en la que la historia «la escribe una mujer, cuando nos la habían contado siempre los hombres».

Por eso, afirmó Freire, «para mí el lector es imprescindible; mis lectores no están acostumbrados a novelas optimistas y esta no es una excepción». En su opinión, «era una figura despreciada, las nobles consideraban que era vulgar y antipática, su suegra no podía verla... pero el pueblo la fue admirando cada vez más. Tenía una popularidad indeseada. Carece de la grandeza de las zarinas, de mujeres esplendorosas, ella no es así y ha llegado el momento de reivindicar a mujeres que tienen una vida distinta a las que nos han contado».

Para la autora, esta novela, que se ha ido fraguando a lo largo de más de una década, «me parece la reivindicación de una figura femenina, pero también de todo el mundo que es ignorado por su pequeñez». Además, considera que «es importante derribar barreras y la barrera de la etiqueta de seriedad vinculada a lo masculino no se ha derribado aún».

Por eso, la escritora cree que «hay que dignificar determinadas vidas, determinados enfoques y determinadas maneras de dirigirnos al mundo.Es el momento de que quienes no han tenido demasiada voz empiecen a tenerla; mujeres hay muchas pero también hay más figuras que no la han tenido».

Futuro insalvable

El destino marca un futuro insalvable en la familia Romanov, algo que como autora «me parece un elemento muy jugoso, sobre todo en novela histórica». Es verdad, aseguró, que «esta familia estaba condenada, yo lo comparo con víctimas de la guerra y lo vinculo a un sentimiento muy profundo autobiográfico. Yo nací en el País Vasco en un entorno en el que la banda que está anunciando su desarme ahora estaba en auge. La idea de que cada mañana podía explotar tu coche me dejó la sensación de que era frágil y que algo podría torcer mi vida y es cierto que torció la vida de muchas personas. De alguna manera, esa sensación de que no puedes escapar a lo que te está esperando esta en esta novela».

La zarina estaba casada con el zar Nicolás, entonces el hombre más rico del mundo. «El más rico y el más pusilánime», apuntó Sierra. «Pues sí, necesitaba un poco de ginseng -respondió la escritora-, era un buen hombre, recto, profundamente equilibrado y también profundamente mediocre. Fue buen padre, buen esposo, pero no podía ser emperador».

Hay secundarios de lujo en esta novela, dijo el escritor, como Rasputín. «A mí -destacó Freire- me intrigaba esta persona, con una mirada que va más allá del objetivo y con unas dotes de manipulación que Alejandra y Nicolás no llegan a ver. Por eso, como yo veo la historia por los ojos de Alejandra su visión es distinta. Fue él quien concitó todo el odio del pueblo». Y, sin embargo, Rasputín pasa fugazmente por esta novela. «El escritor tiene que tomar a veces decisiones duras», apuntó.

La autora, que publicó su primera novela, Irlanda, en 1998, y que en 1999 se alzó con el Premio Planeta con la novela Melocotones helados, manifestó que «es un orgullo que mi novela esté vinculada al nombre de Azorín y a la ciudad de Alicante».

«El escritor es un contador de historias y hay muchos medios y formatos, pero ninguno es tan bello como el libro. Y este, en particular, es muy bello».