Apenas pasan veinte minutos de las seis de la mañana cuando el director de cine Rodrigo García descuelga el teléfono en Los Ángeles para hablar sobre su nueva película, Últimos días en el desierto, protagonizada por Ewan McGregor, quien interpreta a un Jesús «muy humano» en busca de su destino. Conciso, García indica que, basándose en la historia del Nuevo Testamento, ubica a Jesús en sus jornadas en el desierto a la espera de su suerte, tras cuarenta días de ayuno y rezo, en un filme «que quería lo más sencillo posible, aunque con personajes contundentes».

En su deambular por la inmensidad de este espacio, el hijo de Dios se cruzará con una familia, formada por un padre, una madre y su hijo (interpretados por los actores Ciarán Hinds, Ayelet Zurer y Tye Sheridan, respectivamente), y tampoco podrá escapar de la tentación del diablo, al que también da vida McGregor.

El cineasta colombiano reconoce que estaba «un poquito harto» de películas en las que toda la preeminencia era de los personajes femeninos y ahora quería ahondar en lo que son las relaciones entre un padre y un hijo. Buscaba, admite, que todo fuera «muy minimalista», que los problemas fueran pequeños, pero que supusieran «grandes complicaciones para sus protagonistas, puesto que, en este caso, lo que hay es un joven que se quiere ir a otro lugar y un progenitor que lo único que desea es que se quede con ellos en ese rincón del desierto». La madre, por su parte, es una mujer enferma, permanentemente postrada, a la que ambos deben cuidar. En este punto, el director precisa que el público podrá conocer las relaciones interpersonales que se establecen entre todos ellos y lo distintas que son, según sean entre el padre y el hijo, o entre el hijo y Jesús. Asimismo, la película muestra que «una vez que se establece una relación entre las personas, es muy difícil de romper». Por otra parte, advierte el director de que «sólo podía hablar del lado humano de Jesús, porque es el que me interesa». «He visto en otros filmes a un Jesús que es como un ángel caminando por la Tierra, lo que no resulta nada creíble, aunque se diga que era el hijo de Dios».