Antonio Altarriba, que en 2010 se alzó con el Premio Nacional de Cómic con El arte de volar el Premio, publicado por Edicions de Ponent con dibujos de Kim, aseguró ayer en Alicante que el cómic en España mantiene su luna de miel con los lectores y que este «idilio» será duradero.

Altarriba (Zaragoza, 1952), que mantuvo un encuentro con el público en las jornadas de Unicómic, apuntó que el buen momento que viven las viñetas obedece a una tendencia iniciada a finales de los años 90 y principios del presente siglo «y va en aumento».

«Cada vez tenemos mejores obras, el público aumenta en cantidad y en calidad, que es muy importante, y no tiene pinta de haber tocado techo porque lo que viene, lo que se esta viendo que publican los más jóvenes, es muy, muy bueno», indicó el autor El ala rota, galardonado con el Premio Zona Cómic a la mejor publicación de 2016.

Entre los jóvenes que Altarriba sigue con interés, destacó a Ana Galvañ «que hace una gran tarea como ilustradora y dibujante de cómic y también con iniciativas editoriales», Antonio Hitos ( Materia), Rayco Pulido ( Lamia), el castellonense Nadar ( El mundo a tus pies), «un tipo joven que me interesa mucho, o Zapico ( Dublinés), un premio nacional muy joven. Hay muchos que sigo y la mayoría son autores jóvenes».

Altarriba compartió jornada con el alicantino Pablo Auladell, Premio Nacional de Cómic 2016, al que conoce desde hace años y le considera «uno de los grandes ilustradores que tenemos en España. La torre blanca me parece un cómic excepcional y lo que ha hecho con El paraíso perdido es muy bueno; fue un premio muy merecido. Él no es de los más jóvenes, tiene ya una carrera, pero es un gran autor».

El guionista zaragozano recordó que cuando El arte de volar fue galardonado en 2010 «para mí fue una sorpresa porque fue un libro que surgió con muchas dificultades, con mucho dolor, a partir del suicidio de mi padre. Dudaba cuando lo escribía de que alguien lo pudiera dibujar, no había contactado con Kim ni con la editorial De Ponent y luego se fueron encadenando los acontecimientos para que todo saliera bien y el premio fue la consagración», tras añadir que entonces «rompimos la barrera de los medios especializados, blogs y revistas, y el premio tuvo una proyección generalista»

También contribuyó el tema en ese momento, la vida de su padre con la guerra de fondo, y considera que los títulos que han venido después y los que siguen saliendo alrededor de la Guerra Civil «forma parte de un movimiento general, en una batalla de memoria generacional después de cuarenta años de dictadura y otros tantos de olvido», apuntó.

«No creo que haya riesgo de saturación del tema -añadió- porque aún hay mucho desconocimiento. Hay un hartazgo por parte de ciertos sectores interesados, pero esta beligerancia choca con episodios como los que habéis tenido aquí en Alicante con la restauración de la placa de la plaza de la División Azul en lugar de la de la Igualdad. No sé si la gente sabe lo que fue la División Azul, un cuerpo del ejercito a las órdenes de Hitler. En Alemania a nadie se le ocurre poner el nombre de las SS. Este es el único país donde se hacen homenajes al fascismo».

Tras el homenaje a su padre con El arte de volar, Altarriba sintió después la necesidad de saldar una deuda con su madre en El ala rota (2016), ya que en El arte de volar «mi madre aparecía de manera muy esquemática, en segundo plano, siempre identificada con lo religioso y lo doméstico, casi en contraste con mi padre, que resultaba más heroico. Conforme el libro se sedimenta, te das cuenta de que no es así, mi madre era mucho más y me parecía inevitable hacer el ejercicio de contar su vida, que pasó cosas tremendas y terribles».

Entre otras, el origen del título, ya que, cuando nació, su madre murió en el parto, su padre la quiso matar y ella sufrió una lesión en el brazo que disimuló toda su vida. «Eran mujeres que no tenían existencia, no contaban en la historia, y creo que con el libro la conozco más y la quiero más», añadió.

Ahora Altarriba trabaja con Keko en un proyecto en la línea de Yo, asesino. «He dejado de ser el buen hijo y ahora soy el hijoputa que asesina», bromeó.