Viene a Alicante al primer Laboratorio de Akción y pide a los asistentes que lleven un libro...

Hombre, es que ellos van a ser partícipes. Es una cuestión nada despreciable el hecho de que el público no sea tan pasivo como habitualmente se le pide que sea. No va a ser nada sensacional, algo sencillo. La cosa es no hacer lo mismo que hice ya hace 30 años en esa ciudad. Entonces salí por la calle pidiendo a la gente algo para exponer y reuní un montón de cosas. Esta vez he pedido un libro y no tengo ni idea de lo que puede ocurrir.

Ahora todo el mundo habla de la performance, del arte de acción, como eje central de la contemporaneidad, pero usted empezó con esta disciplina hace cuarenta años.

Exactamente cuando en absoluto se sabía que iba a llamarse performance, esa palabra tan rara desde mi punto de vista. Se llamaba acción, que es bastante descriptivo. Y la cosa no se ha movido prácticamente nada, incluso yo diría que ha retrocedido. Hay una cierta monotonía en el ámbito de la performance, pero tampoco soy yo quién para dictaminar nada. La espontaneidad que había, cuando se oficializa pues hace todo más reiterativo. ¿A quién se le podía ocurrir que se pagara por hacer una acción, o que hubiera una convocatoria de día, hora y lugar? Generalmente se hacían y ya está. El que la veía, la veía y el que no, pues no. En el momento que se establecen pautas ya estás perdido, pero a los artistas compete la decisión de cambiar y no conformarse con lo que esta institucionalizado.

Dicen que usted nunca ha vendido su obra, es más, se deshizo de su obra pictórica. ¿Por principios o porque la mayor parte de su producción es efímera al girar en torno a la acción?

Eso es algo periodístico. Yo vendo a quien quiero y a quien me gusta. Aunque lo he hecho muy poco, es verdad, pero lo he hecho cuando las circunstancias lo aconsejaban. De mi obra pictórica me desprendí por necesidad espacial y es algo que sigo manteniendo. Cuando de una exposición me devuelven una obra enmarcada pido que me la den sin el marco porque la guardo mejor. Y es verdad que una acción no se puede vender. Aunque los autores se han ocupado de dar la vuelta a la tortilla y muchos que hacen performance lo fotografían o lo graban y luego lo venden. Allá ellos. A mí me parece horrible. La naturaleza misma de la acción no puede llevar a que se venda una no acción, me parece absurdo.

Alejarse de los aspectos comerciales del arte está muy bien, pero un artista tiene que vivir.

Sí, con todo el derecho, como cualquiera. A ver quién se lo va a discutir, lo que pasa es que hay formas de vivir que no tergiversan el sentido de la obra. Es cuestión de ingeniárselas. El autor puede pensar en hacer algo que sí pueda vender, cuya naturaleza no sea perecedera. Yo me las he ingeniado para que lo que pertenecía al territorio de la producción artística fuera limpio y luego he salido por otros sitios. Si estás haciendo bandera de la expresión artística no puedes falsear su naturaleza.

Le califican como un artista irreverente, ácido, que va a contracorriente.

Es que pienso que un artista debe ir siempre a contracorriente, no es que yo sea especial. Vas a contracorriente por naturaleza. Lo que hago a mí me divierte. Y soy irreverente por inercia. Hay un tipo de manifestación artística que se sabe que no va a crear la más mínima incomodidad. Si me pongo a pintar paisajes a nadie le puede incordiar. Pero si digo que la gente lleve un libro empieza a provocar preguntas de por qué van a llevar algo si soy yo el artista, el que tiene que hacer algo.

Está considerado pionero del arte conceptual en España. No le veo a usted muy partidario de las etiquetas.

No, en absoluto. Es un topicazo. Si pido que alguien me diga una obra significativa de la historia del arte que no sea conceptual, nadie me sabe poner un ejemplo, porque el arte es conceptual por naturaleza. Si no hay un concepto expresado, no es una obra buena. Las etiquetas son generalmente posicionamientos cómodos para solventar un asunto. Estoy absolutamente en contra de ellas.

Premio Nacional de Artes Plásticas y Premio Velázquez. Al final, sin quererlo y a pesar de usted, se ha convertido en un artista de éxito.

La palabra éxito es mucho más peliaguda que la palabra fracaso. La palabra éxito es tan arriesgada que no me gusta. Es una etiqueta más. Cuando te dan un premio lo que hay que hacer es huir del motivo por el que te lo han dado. Si te dan un premio por pintar paisajes tienes que pasarte a hacer otra cosa.

¿Y usted que hizo?

Después de recibirlos he procurado salir por la tangente y lo que he hecho es el Diccionario personal de la lengua española, que ya está publicado. Eso creo que es suficientemente rupturista. Hay que ser drástico.

No sé con qué ojos ve los parámetros por los que circula el arte en estos momentos.

Tengo todos mis respetos hacia todos los artistas que se juegan el tipo. Pero no puedo negar que el arte actual es bastante conformista, lo cual aplicado al arte es un delito porque un arte conformista no es arte. Evidentemente están las excepciones magníficas que yo admiro, aplaudo y respeto. Pero el arte consabido, manido y repetitivo no lo respeto. Y ahora hay mucha cantidad y escasa calidad.