El otro hermano, una película dirigida por el cineasta uruguayo Israel Adrián Caetano, ofrece una metáfora de la sordidez y la crueldad con una galería de personajes oscuros a través de una historia que se desarrolla en un caluroso y polvoriento pueblo de Argentina.

En esta coproducción con participación de Argentina, Uruguay, España y Francia, presentada ayer en la sección oficial del Festival de Málaga, el protagonista, Cetarti ( Daniel Hendler), viaja a ese pueblo para hacerse cargo de los cadáveres de su madre y su hermano, que han sido asesinados, aunque lo que realmente quiere es cobrar un seguro de vida.

Allí conoce a Duarte ( Leonardo Sbaraglia), un policía retirado que ahora es el capo del pueblo y en cuyos oscuros negocios se verá envuelto.

El largometraje cuenta además con Ángela Molina, quien imaginó a su personaje «como una mujer que había llegado a ese pueblo por amor, había llegado a creer en esa familia, empezó a sufrir a partir de la muerte de su primer hijo y comenzó entonces a sentirse sin raíces». «Lo único que tiene es un hijo, del que intuye que se ha ido por un lado incontrolable con un ser que es la maldad personificada», añadió Molina.

Según la actriz, esta es «una historia brutal y rotunda que no se olvida, que hace reflexionar, y por eso agarra tan fuerte ese horror que, como una bola de nieve, va creciendo tanto que aniquila».

En este sentido, el actor y director uruguayo Daniel Hendler resaltó que El otro hermano se sumerge «en un mundo bastante oscuro, lleno de personajes que sufren y que están solos, una metáfora de toda la crueldad que hay en el mundo».

Por otro lado, Esteban Crespo, nominado al Óscar por su corto Aquel no era yo (2012), recrea la intensidad errática del amor adolescente en su ópera prima, Amar, presentada ayer en la sección oficial del Festival de Cine de Málaga.

La película pretende ser una historia de amor y a la vez de «camino a la madurez» de dos chavales de 18 años absorbidos por su relación pero que deben lidiar con la familia, con factores sociales y con sus propios miedos.

«Me interesaba la locura, la manera de vivir todo como si te fuera la vida en ello, el no saber gestionar», señaló Crespo, que dijo haber buscado sobre todo «crear sensaciones de recuerdo en el espectador, para que pueda sentir esos momentos aunque no los viviera exactamente así».

Los encargados de poner rostro a ese amor son Pol Monem (Carlos), que comenzó su carrera en papeles secundarios en Elisa K o Los niños salvajes, y María Pedraza (Laura), modelo, bailarina y un fenómeno en Instagram, sin experiencia previa ante las cámaras.