Las notas de Shostakovich y su Obertura Festiva abrieron esta jornada literaria, musical y teatral en la que Azorín pudo reencontrarse con Shakespeare y su Hamlet, y con la escena. El cincuenta aniversario de la muerte de José Martínez Ruiz sirvió para rendir homenaje al autor de La Voluntad y también a los clásicos, por los que el de Monóvar, el clásico contemporáneo, como se le bautizó anoche, sentía verdadera admiración.

Conducida por el periodista Manolo Gómez, la gala puso de manifiesto que Azorín era un adelantado de su época, un contemporáneo, aunque ayer también se recordó a los clásicos, como La Celestina, que el autor trató en su obra Castilla.

Y si clásico contemporáneo es el autor alicantino también lo es el premio que lleva su nombre, que ayer cumplió 24 ediciones desde que la Diputación de Alicante y Planeta se unieron para impulsar este galardón, que se celebró justo en la fecha en la que Azorín fallecía en su casa de Madrid hacía medio siglo, una efeméride que trasladó el acto a la sala sinfónica del ADDA.

Un invitado de lujo fue el actor Juan Echanove, que con la música de fondo de la orquesta ADDA Sinfónica dirigida por Josep Vicent, también director artístico del auditorio, puso voz a Hamlet. Y sonó el «ser o no ser» del príncipe de Dinamarca al que dio vida Shakespeare a través de la poderosa voz de este gran actor. Diferentes fragmentos de Hamlet recitados, dramatizados y leídos con energía y sensibilidad.

Le siguió la periodista María José García, que leyó un fragmento de la obra Doña Inés, que Azorín firmó en 1925, mientras la bailarina Raquel Linares Romero acompañaba las palabras con el movimiento de su cuerpo.

Tras dar a conocer el fallo y con Espido Freire ya como ganadora, el presentador recordó que Azorín siempre reivindicó el teatro más moderno y por eso fue una breve pero intensa actuación de La Fura dels Baus quien cerró esta especial gala con «un abrazo sonoro».

Espectacular final de la gala con el O Fortuna una de las partes más conocidas y reconocidas de Carmina Burana de Carl Orff. Algo que a Azorín, al clásico contemporáneo, seguro que le hubiera gustado.