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Tribuna

Marest en la Lonja

l ejercicio del arte es un constante servicio a la sociedad, en cuanto que el artista crea a partir de un material de memoria colectivo, con el fin de descubrir motivos para la reflexión y para entender el porqué de las cosas. Esta influencia del arte en nuestros procesos básicos tiene su manifestación en nuestro entorno. El espacio público siempre ha sido utilizado para reflexionar sobre hechos relevantes en la evolución de la sociedad que lo construye y vive. Ya las primeras culturas utilizaron este registro para demostrar su poder e imponer su visión de la historia. En Alicante, sin ir más lejos, encontramos murales, como el del Gran Sol, como el de la antigua estación de autobuses, o en zaguanes de fincas privadas y cajas de ahorros, en los que vemos marcados unos tiempos, unas maneras de convivencia social y, en ellas, la función del arte, primando unas estéticas sobre otras, dando pautas de una tradición más conservadora o de una reacción hacia la modernidad. En el mural exterior se han combinado diferentes técnicas y materiales para su conservación, primando el elemento constructivo de la cerámica, el hormigón, y con ello la geometría, la decoración con elementos seriados, repetitivos. Con el grafiti, la expresión directa con sprays y acrílicos, la libertad es mucho mayor. Interviene la iniciativa más popular, anónima, con todo lo que implica de protesta, de rebelión antisistema.

En la actualidad el arte urbano también practica el eclecticismo, la contaminación entre conceptos y técnicas, característicos de nuestro tiempo. Pintura, arquitectura, instalación, estamos ante lo multidisciplinar sin restricciones, en busca de una mayor complicidad con el espectador, actuando en su entorno y en sus formas de vida.

En la exposición del autor alicantino, Antonyo Marest, en la Lonja, autor formado en la creación urbana, vemos algo de ese despliegue de técnicas bajo un motivo, el Mediterráneo. Grandes murales de concepción geométrica y gráfica que nos retrotrae al mosaico pero también a la pintura de Rosenquist, junto a obras pictóricas de pequeño y medio tamaño, alguna escultura, con técnicas tradicionales, y una instalación de redes y boyas marineras. Marest busca demostrar su capacidad para pasar de un formato a otro, proceso en el que se evidencia sus principios plásticos, sobre todo en los los murales de grandes dimensiones en los que la repetición de tramas y diferentes imágenes da esa idea de unidad en el collage. En ellos el tema, tan abierto del Mediterráneo, está visto a través del color azul preponderante, no tanto en sus características formales en las que intenta combinar la realización del grafiti con un estilo de pintura plana que mira al mundo de diseño, de concepción decorativa: repetición y contraste.

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