Con ilusión, pero visiblemente abrumada, vivió ayer la mexicana Rubí Ibarra su multitudinaria fiesta de quinceañera, un evento celebrado en una comunidad remota por unas 30.000 personas convocadas a través de las redes sociales que dejó la trágica noticia de un hombre muerto en una carrera de caballos. Según la Fiscalía del estado mexicano de San Luis Potosí, un hombre de 66 años murió y otro de 34 años resultó con una pierna fracturada, al saltar el cerco de seguridad y entrar en un improvisado hipódromo. No obstante, la fiesta siguió su curso y con una gran parte de los miles de asistentes al evento ajenos al suceso.

Desde primera hora de la mañana, miles de personas procedentes de los lugares más diversos, incluidos mexicanos residentes en Estados Unidos, hicieron una primera escala en la diminuta comunidad de La Joya, en el vecino municipio de Villa de Guadalupe, para asistir a la misa y comida ofrecidas por los padres. Por la tarde varios miles de personas dieron fe de la magnitud del fenómeno Rubí, que se hizo viral hace apenas un mes por un vídeo colgado por error en redes sociales en el que su padre invitaba «cordialmente» a asistir a la fiesta a todo el que quisiera y que logró 1,3 millones de confirmaciones.

«Agradecer a todos los que están ahí presentes por acompañarme», dijo la adolescente desde uno de los dos escenarios montados para la ocasión, tras recibir un coche de regalo del alcalde de San Blas, en el occidental estado de Nayarit, que se hizo conocido por regalar billetes y alardear de que había robado, «pero poquito».

En la fiesta corrieron ríos de cerveza y las paradas de comida instaladas en un descampado gigante de la hacienda Laguna hicieron su agosto, mientras la música sonó a millones de decibelios.

El de Rubí es un ejemplo de la capacidad de las redes sociales de desdibujar la línea que divide la esfera publica de la privada.