La posibilidad de rejuvenecer ha dejado de ser un deseo inalcanzable, fuente de cuentos y leyendas, gracias al trabajo realizado por científicos de once países que durante los últimos tres años han trabajado dirigidos por el científico español Juan Carlos Izpisua. Este investigador, natural de Hellín, vivió parte de su infancia y juventud en Benidorm, desde donde marchó a Valencia para estudiar Farmacia.

El profesor del Laboratorio de Expresión Génica del Instituto Salk de Estados Unidos y Catedrático Extraordinario de Biología del Desarrollo de la Universidad Católica de Murcia (UCAM) y su grupo han descubierto que se puede revertir el envejecimiento modificando las células de nuestro ADN alteradas -marcadas- por el paso del tiempo y por los factores ambientales, tales como el consumo de tabaco, de alcohol y de grasas o el sendentarismo. Este conjunto de células se denominan epigenoma.

No se trata, sin embargo, de alargar la vida, sino de retrasar el reloj biológico mediante la reprogramación celular. E incluso de reducir el riesgo de padecer enfermedades propias de la edad avanzada, como las cardiovasculares, el cáncer o las neurogenerativas.

Lo han probado en ratones con excelentes resultados, logrando contrarrestar los signos del envejecimiento en afectados por una enfermedad que produce un envejecimiento prematuro -progeria-. La vida de estos animales se prolongó en un 30%.

También han trabajado en células de piel humanas cultivadas en laboratorio, que han rejuvenecido en su aspecto y en su funcionamiento. Y han conseguido que músculos lesionados vuelvan a recuperar su funcionalidad.

Juan Carlos Izpisua presentó ayer a nivel mundial los resultados de la investigación en Murcia, en la sede de la Universidad Católica de San Antonio UCAM, que ha financiado parte de las investigaciones.

«Nuestro estudio demuestra que el envejecimiento no evoluciona en una sola dirección; tiene plasticidad, y modelando adecuadamente el proceso, el envejecimiento puede revertirse», explicó Izpisua, añadiendo que hace cinco años se empezó a observar que durante el envejecimiento se producían alteraciones celulares relacionadas con la edad. Eso ocurría en niños que padecían progeria, una enfermedad degenerativa producida por la mutación de un gen específico.

Niños con edades entre 6 y 12 años parecen personas mayores y a los tres o cuatro años fallecen. «Al tomar células de estos pacientes comprobamos que tras añadir unos determinados factores, volvían a recuperar su forma normal y se rejuvenecían», explicó.

Dos años después, y con la financiación de la UCAM, a instancias del traumatólogo Pedro Guillén, estos estudios se ampliaron. Entonces se centraron en la idea de que durante nuestra vida, el ADN se ve afectado por el medio ambiente. Aparte del genoma, nuestras células se ven afectadas por lo que se denomina epigenoma, o marcas que se añaden al ADN de nuestras células conforme cumplimos años.

«Y éstas determinan nuestra enfermedad y nuestro envejecimiento, que es el factor de riesgo más importante de cualquier enfermedad», apuntó.

Así, los experimentos iniciales con células de los niños, se trasladaron a un modelo animal con progeria -desarrollado previamente por el doctor Carlos López Otín-: «A un animal le introducimos la mutación presente en los esos pacientes y que causa el envejecimiento prematuro; luego modificamos las marcas del genoma borrándolas y conseguimos que tras el tratamiento con cuatro genes los tejidos funcionen mejor y rejuvenecen». Lo comprobaron en músculos o en el páncreas, entre otros elementos del organismo.

El humano tendrá que esperar

El mensaje final que quiere lanzar con estas investigaciones el profesor no es que alargue la vida por alargarla, sino tratar de entender el proceso «para que los últimos años de nuestra vida que se asocian con la enfermedad sean un poco más saludables».

Los investigadores defienden que con el estudio del epigenoma -de esas marcas en las células- se puede entender mejor cómo un órgano envejece y se puede modificar su función y ralentizar su degeneración. Y que la enfermedad, si tiene que aparecer, lo haga más tarde. «Obviamente, los ratones no son humanos y sabemos que será mucho más complejo rejuvenecer a una persona», subrayó el doctor Izpisua.

«Pero este estudio muestra que el envejecimiento es un proceso dinámico y modificable, por lo que será más susceptible a las intervenciones terapéuticas de lo que pensábamos anteriormente», resaltó. El siguiente paso debe ser salir de los laboratorios para llegar a los pacientes, es decir, de la investigación a la práctica clínica, según defendió el traumatólogo y mayor experto en medicina deportiva del mundo, Pedro Guillén.

Sin embargo, en este punto Izpisua llamó «a la cautela y a la prudencia» y dejó claro que para trasladar a la clínica estos trabajos «todavía nos falta mucho tiempo». La posibilisad de que al modificar las marcas de las células para su mejor funcionamiento se produzcan tumores, frena su aplicación inmediata a los seres humanos.

«Ahora nos interesa encontrar compuestos químicos que nos permitan modificar esos epigenomas sin el peligro potencial de un cáncer y que, dosificados adecuadamente, puedan permitirnos obtener estos beneficios», concluyó Juan Carlos Izpisua.