Fue un chaval de barrio, como otros muchos. Y también «un ladronzuelo, nada más». Un poco Willy Fog, asegura. Se crió entre San Blas, la Colonia Requena y Rabasa, y ahora vive en San Agustín. Pintor de oficio. Pero su vida dio un giro cuando hace seis años el director alicantino Carlos Salado, conocido de la infancia, le propuso protagonizar Criando ratas, una producción de cine quinqui que retrata la realidad social de unos personajes que viven al otro lado. Entonces Ramón Guerrero tomó carrerilla y se sumó a una aventura que le ha servido como chaleco salvavidas.

Criando ratas se proyecta hoy en Las Cigarreras en un pase privado para mostrar la cinta a la industria del cine y el sábado habrá una proyección con entrada libre en El Campello (Casa de Cultura, 18.30 horas). El resto tendrá que esperar unas semanas para que la película esté online y al alcance de todos. Ramón ya la ha visto y no reconoce a aquel chaval que empezó con miedo y rehuía los espacios con gente mientras rodaba. Y después al joven que ingresó en la cárcel, en medio de la película, y que preparó las últimas secuencias con el director en las visitas dominicales, para rodarlas durante los permisos carcelarios. Y así durante más de ocho meses.

«Al principio me dio miedo porque me enseñó parte del rodaje que había hecho con unos críos y pensé "hostia, esto va en serio", pero creí que no sería capaz de hacerlo», asegura el actor. «Carlos tenía mucha confianza en mí y me dijo que yo era capaz de eso y de mucho más».

A Carlos Salado le cautivó el carisma de Ramón. Y él lo sabe. «En todos los equipos de fútbol en los que jugué he sido el capitán, me veían que tenía liderazgo, pero claro, eso no lo debo decir yo de mí mismo». Y tiene razón. Convertirse en El Cristo, nombre del personaje que interpreta en Criando ratas, ha sido «un reto personal» y una experiencia única.

«Cuando entré en la cárcel estaba jodido porque pensaba que Carlos se iba a buscar a otro, y de hecho yo se lo dije en la primera comunicación en la que vino a verme, pero me dijo que no, que tenía que ser yo y que si tenía que esperar un año lo haría». De hecho, el director tuvo que hacer cambios en el guión y en la historia para adaptarse a la situación de su actor. «Tuvimos que preparar las escenas en las comunicaciones de 45 minutos de los domingos y rodar durante mis permisos. Y yo creo que ha sido mejor así, que la película tiene más corazón por el sentimiento que supuso para mí que Carlos quisiera que fuera yo».

Así que esta película fue su oportunidad y también su estímulo para salir. «Fue una gran motivación y me hizo tener una virtud que no tenía, la paciencia. La paciencia aprendí a tenerla allí, además de la familia y de mi mujer, la película me motivó porque solo pensaba en cuándo iba a salir para rodar; eso me dio fuerza para estar bien en la cárcel; estuve trabajando, no quería líos con nadie, solo pensaba en salir».

Pero no hay que equivocarse. Ramón Guerrero no es El Cristo. «Me he inspirado en personajes que estaban en mi entorno, porque El Cristo va siempre muy colocado y enfadado. Yo era un ladronzuelo, nada más, un chico de barrio. Así que me he fijado en la gente de mi entorno que se coloca, en sus gestos, en su forma de beber, en cómo se subían la camiseta... me he fijado en esas cosas. Y ahí está la esencia de Criando ratas, en que refleja la realidad».

A sus 29 años, asegura que no le preocupa si la gente le identifica con el personaje de la película. «Yo soy la persona que soy, mi familia y quien me quiere sabe cómo soy; los que no me conocen me da igual con quién me identifiquen», afirma. «Al principio sí que lo piensas, pero nunca me voy a echar para atrás, que cada uno piense lo que le dé la gana. Si tuviera que vivir otra vez, me gustaría vivir lo bueno y lo malo porque me ha hecho ser la persona que soy», apunta con pura sabiduría popular. «Lo bueno está bien verlo en una película, pero lo malo también hay que verlo para saber lo que te puedes encontrar y saber plantarle cara a las cosas».

Su futuro en el cine, ni lo ve ni piensa en ello. «Yo me veo con Carlos, el día que me vea en el cine o de actor me lo hará saber él. Yo no lo sé. Si alguna vez Carlos me ve con las alas abiertas me dará una patada en el culo y me dirá que vuele».

El próximo mes de febrero será padre, está estudiando un módulo para poder trabajar en la obra y se ha sacado el carné de conducir. Ramón Guerrero sigue siendo Ramón Guerrero, pero cambiado. «Mi familia está encantada porque esto ha sido un cambio enorme. Me veo como una persona diferente. Diferente y mejor. Ahora no tengo la mirada tan sucia».