Carlos Salado ha obrado el milagro de producir y filmar una película desde la nada. Es decir, sin subvención ni ayudas que valgan, con coraje, como las historias que ha aprisionado en Criando ratas, su ópera prima, su amor y pasión, en el que vuelca historias de delincuencia, violencia y drogas donde una fina hebra deslinda la realidad de la ficción. En otras palabras: cine quinqui directo al corazón.

Para ello, Salado se sirvió de personas de la calle en un duro proceso de selección y casting donde no solo vale posar ante la cámara con sonrisa de circunstancia. El cineasta alicantino buscaba talento, y demostró que es posible encontrarlo en el cielo como en el infierno. De ahí que saliera a los barrios marginales de Alicante y provincia para dar con testimonios de dureza y viveza, con «actores naturales» que hablaran de la vida con la misma virulencia y verdad por la que han transitado hasta ahora. Tanto, que hasta el rodaje se emplazó a los permisos penitenciarios de uno de sus protagonistas a su salida de Fontcalent. ¿Y qué le pasó a Ramón para llegar a este extremo? «Sus cosillas», responde Salado con ironía.

Cinco años después, Criando ratas está a la vuelta de la esquina en su estreno (será el próximo miércoles 14 en Las Cigarreras, 20 horas) y a su director, Carlos Salado, le hierve la cabeza. Ha sido una larga travesía la de esta película que ha dado lo mejor y lo peor a su reducido equipo técnico cuando todo empezó como un sueño que ahora es palpable, visible y a todas luces emocionante.

«Pienso ahora, a punto de estreno, en todas las personas que quieres, en las amistades, en mi ciudad, en la "terreta", y toda la gente que creyó en nuestro proyecto, que tuvo paciencia y supo esperar», afirma Salado, quien tiene claro que su deseo pasa por «remover conciencias» a los espectadores. «Que salgan de la sala con un sentimiento agridulce, que se les ponga la piel de gallina. Yo no concibo el arte solo para entretener, hay que ir más allá», agrega.

«Todos estos cinco años de trabajo han valido la pena aunque solo sea por la experiencia personal acumulada. Ha sido un proceso muy duro, sí; hemos sorteado tantos obstáculos? sobre todo cuando no hay ayudas para nada? hay que tener mucho amor por el arte, tienes que estar enamorado de tu obra por esto, si no hubiera sido imposible. Es como el matrimonio, "en la salud como en la enfermedad", con sus penas y con sus alegrías», indica Salado en un ejercicio de sinceridad y reflexión.

«Es más, ¿sabes cómo se ha levantado todo esto? Mucha pasión, mucho esfuerzo, sacrificio y sí, mucha cara y mucho morro. Sin tener miedo a preguntar a que te dejen un bar; un coche; una nave industrial? porque para la gente es un granito de arena, pero a ti te hace un mundo, una película? Y luego? a tener paciencia. Cuando salí de la licenciatura (Audiovisual) me dijeron que debía esperar para dirigir cine, que algún día alguien me daría un millón de euros y un equipo de 40 personas con cámaras gigantes? pero el artista no puede esperar y tiene que vomitar su idea y tienes que contarlo», suelta el alicantino, quien asumió las tareas de dirección, guión, montaje y composición de banda sonora en Criando ratas, que se moverá fuera del circuito convencional y comercial. Cine de autor, cine de calle, cine de barrio de principio a final.

«A mí me apasiona la idea de que cualquier chaval pueda encender el móvil y ver la película», explica Salado. «Me fascina los nuevos modelos online y de promoción. Criando ratas no ha salido todavía y ya tenemos tres millones de visitas en los tráilers y promociones en internet. Veo muchas oportunidades, cosas que hace 15 años eran impensables en España. Hay una democratización de la cultura donde el pueblo puede crear y mostrar cuando esto, hace 15 años, hubiera sido imposible. Por eso, queremos llegar a todo el mundo, y que llegue a esos chavales que están en el parque, en el instituto y que se pueda visualizar en un ordenador, móvil o iPad», asegura.

Criando ratas es una película de ficción con carácter documental. Cine neoquinqui, hiperrealista, sin apenas artificios, escasos retoques de luz y sonido y con un lenguaje «claro y directo». Cine que dispara al corazón con firma del alicantino Carlos Salado.