El corazón de la vida social de Ibi desde el siglo XVIII. Así se puede definir a la plaza de la Palla que ha sido, y sigue siendo, un punto neurálgico de las reuniones de sus vecinos. El botánico Cavanilles, a finales del siglo XVIII, ya dibujó la villa de Ibi con esta plaza donde se alzaban tres hermosos árboles. Tres «plátinos» que fueron creciendo y sus ramas se fueron extendiendo de tal manera que llegaron a realizar sombra en todo este céntrico lugar. Precisamente, a principios del siglo XX y bajo el perfil de las hojas paseaban los habitantes de la localidad en busca de pasar un rato agradable con sus familiares o amigos o ir a recibir las mercancías para las fábricas, el correo o los autobuses, que realizaban allí la parada para que bajaran o subieran pasajeros en dirección a otros municipios de la provincia.

Y es que, a parte de la vertiente social, este céntrico punto resultó ser el «puerto» de llegada y de partida. María José Martínez, archivera de Ibi, explica que por esta plaza pasaba «la única carretera que cruzaba Ibi, que venía desde Yecla e iba hasta Alcoy». Durante décadas fue una vía de comunicación importante, transitada por carros y, más tarde, por vehículos -que transportaban mercancías- y por autobuses que traían el correo y a pasajeros. Unos viajeros que recorrían un largo camino, de ahí que este lugar fue un referente de parada donde los foráneos encontraban un hostal donde poder descansar y también había un lugar donde los animales reponían fuerzas.

Con el paso del tiempo, del hostal se pasó a la construcción del hotel Plata, que todavía se erige en un extremo de esta plaza. Y, a partir de los años cincuenta del pasado siglo, cuando la industria juguetera fue ganando peso en la localidad, eran más los camiones que llegaban para suministrar materias primas a las fábricas. Sin embargo, ante algunas dificultades que presentaba recorrer el vial central, se decidió construir un desvío sacando la carretera a las afueras del pueblo.

La bajada del paso del tráfico no supuso que la plaza perdiese relevancia. Durante las décadas siguientes siguió teniendo su importancia mientras el lugar iba cambiando de aspecto, debido a las reformas y a la «desaparición» de dos de los tres imponentes árboles que presidían este querido lugar.

En 1937, las autoridades deciden talar el «plátino» del centro para poder suministrar leña a los vecinos durante esa época tan dura de la Guerra Civil. A principios del 38 se corta el árbol. Tras la victoria del bando nacional, los gobernantes acuerdan instalar la Cruz de los Caídos en una parte de la ya denominada plaza de los Mártires. Un monumento que, años más tarde, se trasladaría a la parte baja de este lugar después de que en 1959 se cortara el segundo árbol -avalado por un informe de a Comisión de Agricultura que argumentaba que «se encontraba muy seco» y que «le quedaba escaso tiempo de vida».

De aquel símbolo natural sobrevive el «plátino» de arriba que, a pesar de su delicada «salud», sigue sumando años y grabando historias acontecidas en la plaza.

Desde 1947 tiene un quiosco de «vecino». Aquel año, solicitaron la construcción de esta pequeña estancia para que fuera un punto de venta de helados. Un lugar donde los niños y adultos iban a saborear este delicioso alimento, que también se elaboraba en Ibi. Pero esta lugar también ha sido una ventana de venta de golosinas, periódicos y revistas y que ha llegado a la actualidad, a pesar que tuvo un tiempo de cierto riesgo de desaparecer, donde hay un pequeño bar y una terraza donde los ibenses y visitantes disfrutan de los encuentros brindando con cervezas, por ejemplo. Un inmueble que ha ido adaptándose a la estética de la plaza a medida que éste era objeto de remodelaciones.

Una fuente monumental, con unos preciosos caños con figuras de pez, también reside desde 1892 en esta céntrica plaza. Aquel año -como señala Martínez- se inició la canalización para llevar agua potable al pueblo y a las principales casas. Sin embargo, para que este bien llegase a toda la población, se construyeron tres fuentes con el fin de que los vecinos se pudiesen abastecer. Una de ellas, es la que hay en la plaza de la Palla. Un manantial de agua que ha ayudado a mitigar el calor en los meses de verano y que se ha convertido en una bonita estampa cuando la nieve ha acariciado sus piedras.

Unos elementos que suponen la ornamentación de un lugar que ha sido, y sigue siendo, testigo de muchas historias vividas por los ibenses. Desde décadas atrás, es el el epicentro de varias celebraciones como la festividad «dels gelaters», la feria de Santa Cecilia o de las actividades dirigidas a los niños con motivo de las Fiestas de Moros y Cristianos.

A pesar de que no hay «nada escrito» sobre el origen de bautizar a la plaza con el nombre de «Palla» y del cambio de denominación, este céntrico lugar guarda su esencia. «Es un símbolo» de Ibi, el «lugar de reunión de todos los vecinos del pueblo», subraya la archivera del Ayuntamiento.