Al acceder a la plaza de Santa Teresa, más conocida como Panteón de Quijano, el ruido se atenúa y el trasiego de tráfico de la plaza de España da paso al sosiego de este espacio, uno de los jardines románticos que perviven en Alicante y en el que se puede reconocer la configuración geométrica de los parterres y los paseos diseñados por el arquitecto Francisco Morell y Gómez a mediados del siglo XIX. Aunque a lo largo de su historia ha sufrido actos de vandalismo y en ocasiones ha sido ocupado por mendigos para pernoctar aprovechando la privacidad de su frondoso arbolado y la protección del vallado, el Panteón de Quijano se mantiene en un estado aceptable tras haber sido objeto de varias remodelaciones y restauraciones de sus principales elementos, la última hace seis años.

El espacio que ahora ocupa se configuró a finales del siglo XVIII entre la Casa de la Misericordia (antigua Fábrica de Tabacos) y el Hospital del Rey (Cuartel de la Guardia Civil), un espacio que se utilizaba entonces como cementerio para pobres fuera de las murallas de Alicante antes de que a principios del siglo XIX el camposanto se trasladara a San Blas.

En ese espacio entre 1855 y 1857, y costeado por cientos de ciudadanos de Alicante y del resto de la provincia, se construyó el Mausoleo a Quijano con el obelisco central que constituye el elemento más significativo de la plaza, y el ajardinamiento del recinto, todo ello en honor de Trinitario González de Quijano que fue gobernador civil de Alicante durante menos de un mes.

¿Quién fue este hombre para que la provincia le dedicara semejante reconocimiento? Trino González de Quijano era un guipuzcoano que fue nombrado gobernador de Alicante en 1854 cuando en la ciudad empezaban a darse los primeros casos de la epidemia de cólera morbo que arrasó la provincia causando casi 2.000 muertos en 47 días. Lejos de amilanarse, Quijano se volcó para ayudar a la población a combatir la enfermedad. Él personalmente visitaba a las familias afectadas, puso dinero de su bolsillo para ayudar a los más pobres y emitió varios bandos para reducir las consecuencias de la enfermedad como obligar a las tiendas a abrir. Denunció a los curas que abandonaban la ciudad dejando a los moribundos a su suerte y obligó a fabricar horchata de arroz día y noche para los enfermos. Su ayuda no se limitó a Alicante sino que recorrió prácticamente toda la provincia para intentar ayudar a los enfermos hasta que, finalmente, fue él quien enfermó y murió cuando la epidemia ya estaba remitiendo. Tenía 47 años y llevaba menos de un mes en Alicante.

Tres años después de su fallecimiento, la ciudad inauguró este jardín con el mausoleo central en homenaje a Quijano como principal elemento. El mausoleo es un monumento funerario de granito que recoge los restos mortales del político. De base cuadrada, representa composiciones alegóricas a las virtudes del fallecido: caridad, piedad, fortaleza y justicia. Las esculturas fueron realizadas por Vicente Marzo. En el monumento también están representados los escudos y nombres de las localidades que contribuyeron a financiarlo.

Gruta y estanques

Pero el mausoleo no es el único elemento característico de la plaza. Uno de los más sorprendentes es la gruta de la esquina de la plaza que da a la calle San Vicente y que durante años fue utilizada por los jardineros para guardar sus herramientas hasta que en 2010 se puso en valor y hoy puede verse a través de sus puertas. Se trata de una pequeña gruta romántica del siglo XIX típica de los jardines de esa época aunque es la única que se conserva en Alicante. Se construían imitando las cuevas naturales con estalactitas que aquí se conservan en buen estado y, además de su función decorativa, se utilizaban como resguardo de la lluvia y refugio para enamorados.

Otros elementos destacables del recinto son los estanques artificiales ubicados en el fondo del parque. El más grande está decorado con una cornucopia y el pequeño, a pide de suelo, con una pareja de ranas. Por último hay una casa que durante un tiempo se utilizó como biblioteca y que ahora está cerrada, así como una librería decorativa de piedra en otro lateral de la plaza. En cuanto a la vegetación, en el Panteón de Quijano hay olmos, araucarias, moreras y buganvillas, entre otras.

Además de ser un lugar de descanso y recogimiento, la plaza, situada en el barrio de San Antón, acoge en enero la feria y actividades vecinales del Porrate. Habitualmente, sin embargo, es un recinto tranquilo que los vecinos de la zona utilizan para descansar o leer a la sombra de los árboles. A este ambiente relajado contribuye la pervivencia del muro y la verja en todo el perímetro del recinto frente a otras plazas similares en las que se eliminó el vallado.

La plaza cuenta con dos puertas de acceso, una trasera por la calle Díaz Moreu y la principal en el extremo de la calle San Vicente con sus reconocibles columnas que dan la bienvenida a quienes optan por olvidarse unos minutos del ruido para sumergirse en el ambiente de ensoñación de los jardines entre los que reposan los restos de Trinitario González de Quijano.