Piotr Ilyich Chaikovski

(Votkinsk,1840- San Petersburgo, 1893)

Concierto para violín en re mayor (opus 55)

Fue estrenado en Viena el 8 de diciembre de 1881 por Adolf Brodski, a quien quedó dedicada la composición, bajo la dirección de Hans Richter. La obra nació durante la estancia del compositor romántico ruso en Clarens (Suiza), a orillas del Lago Lemán, a donde se había retirado en 1878 tras el fracaso de su breve matrimonio con su alumna Antonina Milukova y el intento de suicidio arrojándose a las aguas del río en Moscú. La inspiración de esta obra le vino de la Sinfonía española de Lalo, según relató Chaikovski. Es su más destacada pieza para violín y el primero de un compositor ruso que se impuso en el repertorio internacional, igualando pronto en fama a los conciertos de Mendelssohn y Brahms. Originalmente, Chaikovski había escrito para este concierto otro movimiento lento, al que renunció para sustituirlo por la Canzonetta, una bella página melódica que se inicia con el diálogo casi en sordina entre el violín solista y la flauta.

Anton Bruckner

(Ansfelden, 1824-Viena, 1896)

Sinfonía número 7 en Mi mayor (WAB 107)

Concierto para violín en re mayor (opus 55)

La Séptima sigue siendo, con la Cuarta, la más tocada, la más grabada y la más apta para captar al universo bruckneriano a cualquier melómano. Fue, además, la que ofreció al compositor austríaco su mayor triunfo. Desde luego es la que más ha contribuido a su fama y popularidad, especialmente tras divulgarse su Adagio en Senso, la bellísima película de Luchino Visconti. Bruckner había asistido en Bayreuth al estreno de Parsifal, viendo por última vez al maestro Richard Wagner. Escrita entre 1881 y 1883, año del fallecimiento de Wagner y cuando Bruckner acudió a visitar su tumba, la Séptima fue dedicada al rey Luis II de Baviera aunque todos la consideren un homenaje a Wagner, incluyendo el detalle de añadir en la formación orquestal la intervención de las famosas tubas wagnerianas. Fue estrenada el 30 de diciembre de 1884 en la Ópera de Leipzig, en un concierto para recaudar fondos para un monumento a Wagner, por la Orquesta de la Gewandhaus bajo la dirección de Arthur Nikisch. Es la única de sus sinfonías que Bruckner nunca retocó aunque existen grabaciones de grandes directores en versiones distintas: Futwängler y Jochum utilizaron la edición Gutmann; Bruno Walter, Karajan, Celibidache y Haitink, la edición Haas; y Kemperer, Karl Böhm y Giulini, la edición Nowak. Las diferencias son apenas de tempo aunque el detalle más esperado es la aparición o no del golpe de platillo en la culminación del Adagio, que aunque no está escrito en la partitura autográfica sí aparece sobre un pequeño trozo de papel pegado a un lado de la página. Han sido varios los directores que lo han mantenido por el sorprendente efecto que produce. Quizá ocurra hoy con el joven maestro valenciano Gustavo Gimeno, percusionista y asistente de director de figuras tan relevantes como Maris Jansons y Bernard Haitink (Royal Concertgebouw), y Claudio Abbado (Orquesta Mozart y la Mahler Chamber Orchestra).