Ana Vela Rubio, la anciana más longeva de España y la segunda de Europa, cumple hoy 115 años arropada por los profesionales que la cuidan en la residencia geriátrica pública La Verneda de Barcelona, donde vive desde hace seis años.

Ana Vela nació el 29 de octubre de 1901, en Puente Genil (Córdoba), llegó a Cataluña en los años 40 y desde 2010 reside en este centro geriátrico, cerca de donde vive la única hija que le queda viva, que tiene 89 años, está delicada de salud y que expresado su deseo de no hacer declaraciones este año a los periodistas.

«Ana nunca se ha puesto enferma y ni siquiera se costipa», explicó ayer David González, director de la residencia geriátrica, en la que viven 80 ancianos, además de los 30 que acuden al centro de día y los 1.200 socios que tiene el hogar del jubilado del centro. González, que estos días no para de atender a los periodistas que se interesan por Ana, explica que durante esta semana han hecho una celebración «íntima e interna» en la planta en la que está la anciana, que ya no camina y que ha perdido sus facultades cognitivas.

No habrá una celebración pública de los 115 años, una edad hito en la historia de la longevidad en España, porque ni la mujer está ya para muchas fiestas ni sería adecuado para el resto de residentes de la residencia, donde también viven otros cuatro internos con 100, 102, 103 y 105 años y cuarenta con más de 90.

Vela, la persona más longeva que jamás ha vivido en España y entre las cinco más viejas del mundo, según el Grupo de Investigación en Gerontología (GIG), es también la segunda más anciana de Europa tras la italiana Emma Morano, que ha cumplido 116 años

Modista de profesión, se trasladó desde Puente Genil a Cataluña en la década de los 40, donde empezó a trabajar como cortadora-modista en el sanatorio de tuberculosos de Terrassa (Barcelona). En 2005 empezó a acudir al centro de día de la residencia y desde hace seis es residente fija de la Residencia, Centro de Día y Hogar La Verneda de Barcelona, que gestiona la Fundación Salud y Comunidad y cuya titularidad corresponde al Instituto Catalán de Asistencia y Servicios Sociales de la Generalitat. González explica que la rutina de cada día de Ana Vela, que no está encamada, es que las cuidadoras le levanten a las 10 de la mañana y esté en la silla de ruedas hasta la comida. «Come bien y triturado, como el resto de internos que necesitan comer triturado», comenta el director. Sobre las cuatro de la tarde vuelve a la cama. Aunque cognitivamente ya no recibe estímulos, abre los ojos y mantiene una mirada simpática. «No aparenta 115 años, hay residentes más jóvenes que parecen mayor que ella», destaca González. «Nosotros la tratamos como una más, para nosotros es especial pero no recibe un trato especial, no la tratamos como si tuviese 115 años», puntualiza.

Ana Vela siempre ha sido una mujer «superamable, supercariñosa y muy optimista», quizás ello esconde el secreto de su longevidad, y también su fortaleza física que le ha ayudado a superar la muerte de tres de sus hijos y de sus hermanos, el último este mismo año.