Primero fue Miguel Calatayud, que conserva un Premio Nacional de Ilustración de 2009 y otros dos en 1989 y en 1992, antes de que se denominara de esta forma. El pasado mes de julio fue Javier Sáez Castán el galardonado con este reconocimiento nacional y este jueves fue Pablo Auladell -ya finalista en 2005 en esa categoría- el ganador del Premio Nacional de Cómic 2016 por su recreación del poema de John Milton El paraíso perdido, editado por Sexto Piso y publicado en Francia, Holanda y Corea del Sur.

Auladell se había olvidado de que se fallaba este premio de 20.000 euros al que optaba con su obra, «y más después de que pasara sin premio en el Salón del Cómic de Barcelona, así que me pilló por sorpresa porque no me esperaba nada», señaló ayer, «ya más centradito» que el jueves.

El galardonado, que se mueve «igual de cómodo» por el terreno del cómic que del álbum ilustrado «porque mis pasiones son la literatura y el dibujo y puedo trabajar las dos en función de la historia», duda mucho de que el premio «suponga un antes y un después en mi carrera, con mi edad, pero sí es un espaldarazo y una responsabilidad que me recuerda que no debo despistarme».

El dibujante alicantino nacido en 1972 es un poco más joven que Javier Sáez Castán (Huesca, 1964) afincado en Alicante y último Premio Nacional de Ilustración, y que el «padre» de la línea clara valenciana Miguel Calatayud (Aspe, 1942), como recordó la reciente exposición en el IVAM de este pionero del cómic.

«Sabemos que esta tierra siempre fue tierra de dibujantes desde el tebeo de posguerra y ha habido una gran cantera, empezando por Miguel Calatayud o Daniel Torres hasta Javier Sáez, para quien clamábamos hace mucho tiempo por que le dieran ese premio, y a quien deberían dar también el de narrativa infantil porque es quien mejor hace los álbumes ilustrados», señala Auladell, que añade que «la industria del tebeo siempre estuvo entre Barcelona y Valencia y quizá tenga que ver».

El dibujante, que acaba de publicar Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn, no puede pasar por alto a Miguel Calatayud, «referente de la ilustración mediterránea y al que personalmente le estoy muy agradecido porque fue fundamental en mi carrera, me ayudo mucho en mis comienzos».

Calatayud también elogia el trabajo de Auladell y Sáez, «son de lo mejorcito que tenemos; ambos son personas creativas que diversifican su obra y la clave es la continuidad en su trabajo, hay una trayectoria anterior que justifica la concesión de estos premios», y coincide en que «existe cierta profesionalización del dibujo en Alicante, se ha convertido en un oficio atractivo, no como antes, que se nutría de gente que venía decepcionada de las Bellas Artes; ahora se dedican a ello».

El tres veces premio nacional de ilustración incide en dos factores que han influido decisivamente en que Alicante despunte con sus dibujantes: el Salón del Álbum Infantil Ilustrado -que se celebró durante cuatro ediciones y se eliminó con la crisis- «que convirtió Alicante en la capital de la ilustración durante unos años», y la irrupción de Paco Camarasa -fallecido el pasado mes de julio- al frente de la alicantina Edicions de Ponent, «que sin duda marcó un camino al instalarse con su editorial en la provincia de Alicante».

Para Calatayud, Camarasa «despertó la atención de muchos autores como un francotirador fuera del circuito editorial habitual», ya que editaba «tanto a gente consagrada como a gente nueva».

El dibujante de Aspe, a quien el IVAM acaba de comprar una selección de obras de Peter Petrake, añade que De Ponent editó su cómic El pie frito, galardonada en el Salón del Cómic de Barcelona en 1998, y la editorial logró dos premios nacionales de Cómic con El arte de volar, de Altarriba y Kim (2010), y Plaza Elíptica, de Santiago Valenzuela (2011).

A su juicio, las autoridades alicantinas «tendrían que espabilar un poco y prestar más atención a esto, que trae premios y reconocimientos».