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Fans, héroes y silencios

Juan Valdivia, fundador de Héroes del Silencio, apadrina en Aspe una fiesta homenaje a la banda

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Fans, héroes y silencios Andrés Valdés

Parecía que el chico sentía la mirada de Juan Valdivia clavada en sus dedos mientras ejecutaba los riffs de Deshacer el mundo. Se la sabía tan bien que las ganas de no fallar convertían la canción en un examen. Fuera de su mente, un centenar de cuarentones disfrutaba de la fiesta en el pub mientras un puñado de niños cansados se conjuraban en las esquinas para jugar con el móvil aprovechando que sus padres estaban en los 90 gracias al concierto-homenaje de El Despertar del Silencio. «Los astros no están más lejos que los hombres que trato» cantaba el vocalista, un estupendo imitador de Enrique Bunbury. Mal sonido y muchos gritos, pero ambiente enternecedor. Y la frase no podía ser más cierta: del guitarrista de la banda más importante del rock español sólo me separaba un pesao que prefería grabarle insistentemente con el móvil a acercarse a hablar con él.

La parte mala de acudir a estos eventos, donde eres el reclamo principal, es sentirse un poco como un animal en un zoológico, ¿no?

Juan da una calada y calla. Está en la terraza del almacén que hace las veces de backstage en el pub El Chamán de Aspe, donde puede fumar sin dejar de pasar desapercibido. Tabaco de liar, chaleco de cuero y un suave acento maño que destroza las expectativas creadas por una mirada desafiante que conserva idéntica a la de los pósters. Un recurso adaptativo que, dentro del bar, le libra de por lo menos la mitad de las potenciales palmadas en la espalda que acompañan al «Juan eres la hostia-te invito a una copa».

El guitarrista y fundador de Héroes del Silencio es, veinte años después de la disolución de la banda, un tipo tan admirado como reservado. Valdivia apenas ha hablado desde entonces, como si hubiera dicho casi todo lo que tenía que decir en la colección de arpegios que compuso entre 1984 y 1996. Como si los rezagados hubiesen tenido su oportunidad en la gira mundial que hizo la banda en 2007. Como si estuviese claro que lo que le queda por expresar es para sus íntimos y, en todo caso, para apoyar proyectos que le hagan ilusión. Y si este fin de semana ha hecho 500 kilómetros desde Zaragoza para ver a cuatro chicos de Pinoso tocando sus canciones es porque éste es uno de ellos.

Aspe es, desde 2007, la capital de El Día H, una fiesta homenaje a Héroes del Silencio que se celebra cerca del Pilar el mismo día y a la misma hora en varias ciudades. Esta es la novena edición y sus credenciales son haber montado 27 fiestas en 12 países coordinadas con más o menos los mismos ingredientes: sesión monotemática de música de Héroes, merchandising especial, proyección de vídeos y, en casi todos los casos, conciertos de bandas tributo. Un asimétrico mapa de ciudades donde figuran desde megalópolis como México DF o Buenos Aires hasta pueblos como Higuera la Real, en Badajoz, donde están tocando desde las 13.00 h. GMT+1 grupos como Hechizo, Rueda Fortuna, Derivas, Parasiempre, La Alacena, Tesoro, Héroe de Leyenda, Iberia Sumergida, Senda, El Club de los Imposibles o Estación del Silencio. El número de fans que siguen queriendo escuchar los temas de la banda de Zaragoza en directo, aunque tengan que tocarlos ellos mismos, es enorme.

Son nueve años ya, hemos llegado a doce países, ha venido Juan, que podía haber ido a la fiesta de Zaragoza pero se ha venido a la nuestra... Y todo se hace desde aquí, desde Aspe...

Blas M. Mataix, uno de los organizadores, se encoge de hombros dentro del almacén, como diciendo que poco más se puede añadir para explicar lo que han conseguido cuatro amigos con Facebook y paciencia desde un pueblo cuyo único vínculo con la banda es estar cerca de una autovía que recorrieron en una gira de los 80. Además, sólo dos eventos de este Día H van a contar con un miembro de Héroes: la del pub Ozzy de Bogotá, donde está el guitarrista mexicano Alan Boguslavsky, y ésta, en la que Valdivia ha venido también a recaudar dinero con la venta de camisetas para la escuela de músicos de la India que lleva su nombre.

¿Qué cómo siento al pensar en las demás fiestas? Estoy abrumado. Tan abrumado que casi prefiero no pensar en ello. Estoy aquí, en esta terraza, y de puta madre, la verdad. Lo importante es hacer feliz a la gente.

Ese chico del escenario tiene 20 años y está tocando tus canciones. ¿Por qué crees que sobreviven vuestros temas tantos años?

Creo si tocan mis canciones es porque serán fáciles de tocar... Hay doscientos mil grupos, así que si eligen las nuestras lo que se me ocurre es que las vean fáciles.

Se detiene. Un fan ha pasado los «filtros» de acceso -una puerta con pestillo y un miembro de la organización- para llegar hasta la terraza con un permanente y la versión en disco-libro del Senderos de Traición que regaló El País hace casi diez años.

Hola Juan, es un honor.

Sin esperar respuesta, abre la tapa del álbum. Las páginas tienen tres firmas en rotulador negro perfectamente trazadas. Es un coleccionista metódico: sabe dónde van a estar los miembros de la banda y sabe abordarlos con calma, en sitios con poca gente y superficies planas. La calidad de su cosecha choca con la pobreza de la pieza. Quizá todo empezó como una broma y nunca esperó llegar tan lejos.

Sólo faltáis dos.

La luz no permite distinguir los nombres, pero parece que la más difícil de obtener, la de Enrique Bunbury, ya figura. Valdivia deja su autógrafo con caligrafía esmerada y devuelve el disco abierto, para no manchar con la tinta.

El fan se despide y el músico vuelve atrás, imponiéndose en voz alta «un poco de respeto para la prensa, que está haciendo su trabajo». Es un comentario elegante y nostálgico, un recuerdo de otras épocas, en las que esto era serio porque bastaba una conversación y una grabadora para poner patas arriba la escena musical del país. De cuando importaba lo que músicos y periodistas tuvieran que decir.

Sí, decía que son fáciles de tocar. Siempre han sido mis favoritas, las fáciles. Fuente esperanza, El estanque, Deshacer el mundo, Entre dos tierras, por supuesto... El Senderos es mi preferido, es el que mejor suena de todos.

El concierto se acerca al clímax y la jefa de prensa del evento sugiere que tal vez Juan, o su hermano, Gonzalo, productor y guitarra durante la gira de 2007, debería salir afuera a estar con la gente.

Sí, estas cosas es un poco ser animal de zoológico. Pero lo importante es saber qué animal te sientes tú.

Juan apura el cigarro, se despide con cordialidad y espera a que se vacíe la terraza mientras se recompone el chaleco. Y, como si estuviese cosida al cuero, esa mirada de afrontar el mundo con escepticismo amable vuelve a su rostro, iluminado por la luz del almacén.

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