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Al rescate de la zarzuela

El eldense Octavio J. Peidró recupera en un libro la figura del compositor Tomás Barrera, autor de más de cien obras del género chico y formado musicalmente en Alicante

Al rescate de la zarzuela

Octavio J. Peidró, compositor y director titular de la Orquesta Sinfónica Teatro Castelar de Elda, lleva veinte años dirigiendo zarzuela y reconoce que el nombre de Tomás Barrera Saavedra le sonaba a chino hasta hace unos años. Sin embargo, este desconocido para el público, del que apenas existe bibliografía, fue un autor destacado de principios del siglo pasado con más de cien obras a sus espaldas de zarzuela, género chico -obras más cortas costumbristas- y opereta; que llegó a tener hasta seis obras en cartel y de cuya romanza Adiós, Granada, hizo una versión el mismísimo Shostakóvich.

Todo esto lo ha sabido el eldense Peidró tras cinco años de trabajo dedicado a rescatar del olvido a esta figura de la lírica, que inicialmente fue objeto de su trabajo final de máster y que ahora recupera en Tomás Barrera. La zarzuela de la desmemoria (Editorial Alpuerto), un libro que presenta mañana en el Palacio de Longoria de Madrid, la sede de la Sociedad General de Autores.

Tomás Barrera (1870-1938), natural de La Solana (Ciudad Real) fue a juicio de Peidró un compositor «imprescindible» y «de reconocido prestigio» en las primeras décadas de 1900, que dejó atrás muy joven su localidad natal y un contexto humilde «para buscarse la vida en Alicante porque quería estudiar música». Barrera se instaló en Alicante «durante 6 ó 7 años y aquí consigue hacer todos sus estudios musicales de piano, violín, armonía... con maestros como Antonio Falcó, que tenía un almacén de pianos, o el maestro de capilla de la catedral de San Nicolás, Francisco Senante. Aprende toda la técnica y se rodea de amistades como Ruperto Chapí, de quien fue discípulo, Carlos Arniches o López Torregrosa que le abren las puertas en Madrid, donde oficializa todos sus estudios con premio extraordinario y donde dedica su vida a la zarzuela».

Este compositor, director de orquesta del Teatro Apolo o el Teatro de la Zarzuela y maestro concertador, es autor de cerca de un centenar de obras, la mitad de ellas de autoría única y la otra compartida con autores como Rafael Calleja, Amadeo Vives o Quinito Valverde, escritas entre 1900 y 1938, entre las que destaca Emigrantes (1905)

«Llegó a tener hasta seis obras en cartel en Madrid e incluso unos meses después de su muerte se estrenó otra obra suya, Gitana de mi alma. Fue muy reconocido y de mucho prestigio, lo que le faltó a él fue tener un "pelotazo", una obra que fuera un éxito clamoroso», apunta Peidró, que añade que tan solo una de sus romanzas Adiós, Granada -incluida en la zarzuela Emigrantes- es la única que aún hoy interpretan todos los tenores del mundo, que popularizaron Kraus y Carreras o Plácido Domingo, quien la cantó este verano en el Bernabéu. Esa pieza fue, además, objeto de una versión para piano y soprano con acordes más modernos que hizo el compositor ruso Dimitri Shostakóvich en los años 50.

«Para el volumen de composición que tuvo Barrera es muy poco reconocimiento. Y es una pena porque su obra es muy valiosa; aunque hay de todo, algunas de sus zarzuelas se tendrían que haber repescado ya -como El celoso extremeño o la opereta El sueño de Pierrot- donde se ve al mejor Barrera, que maneja todos los recursos compositivos», apunta el eldense.

El caso del compositor manchego fue desafortunado como el de tantos otros que quedaron atrapados entre dos épocas doradas de la zarzuela, «la primera con colosos como Chapí, Bretón, Chueca o Barbieri, y la segunda de revitalización del género de Torroba, Guerrero o Alonso».

Peidró aporta su grano de arena, con la reivindicación de Barrera, a la lírica española y a un género en general olvidado como es la zarzuela. «Pese a la riqueza de nuestra música, tenemos miles de obras por revisar aún; hay falta de público y se repite todo, es un bucle del que solo se sale con una revolución que acerque el género al público joven», concluye.

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