¿Quiénes son los malos del cuento? ¿Dónde están?

Cada uno tiene los suyos: y están por todas partes. Habrá quien los afronte en el trabajo, quien los tenga en la familia, o repartidos entre los amigos y la pareja... El malo es el llamado personaje tóxico o persona dañina, un individuo que, por hábito, rompe normas sociales y legales por su propio beneficio y sin importarle los demás.

No hay historia que se precie sin personajes malignos, desde los libros infantiles hasta las series de TV. ¿Atrae lo perverso?

A algunos les atrae: pero en general, lo que ocurre es que es una presencia constante a nuestro alrededor. Sin malvados no hay conflicto, sin conflictos no hay historia, y el ser humano las necesita para explicarse su entorno y su mundo.

¿Cómo se identifica a las personas tóxicas y cómo se sobrevive a ellas?

¡Lamento no tener una respuesta breve! He tenido que escribir un libro y que impartir multitud de conferencias para explicarlo. En resumen, se les detecta por la reacción que provoca en nosotros, por lo general de miedo, desánimo, agotamiento o un yo no sé qué pero no resulta positivo. En ocasiones es una fascinación, una especie de obsesión similar al enamoramiento. En muy poco tiempo se desarrolla una relación que no es la común en nosotros. Ahí hay que activar las alertas.

¿Vamos sobrados de estos personajes hoy en la política, en la economía...?

Sí, hay un tipo de malos que son sociópatas, o ladrones de guante blanco, o psicópatas integrados. Y abundan en puestos de poder, porque la sociedad premia ( o no castiga) ese tipo de comportamiento.

Ha debutado como actriz en El hogar del monstruo y Juan Antonio Bayona acaba de estrenar Un monstruo viene a verme. ¿Qué pasa con los monstruos? ¿Son los nuevos zombis?

Ha sido una bonita casualidad. Son proyectos que no tienen nada que ver, que llevaban mucho tiempo gestándose, y que ven la luz en el mismo mes. A menudo ocurre: los artistas detectan una inquietud o una alteración en el ambiente y la manifiestan casi en el mismo momento.

Usted ha pasado de escribir sobre Santa Teresa a convertirse en un monstruo en el escenario. ¿Qué lado le tienta más: el bien o el mal?

Esa es una buena pregunta. A mí lo que me fascina es el límite entre ellos. Lo que los separa y une.

¿Ha aparcado la literatura por un rato con el teatro?

No, la literatura no se queda nunca aparcada en mi vida: es el hilo conductor, la columna en torno a la cual giro. Todo lo que hago, siempre, en distintos formatos, es contar historias. Estos días finalizo novela, veremos si por fin aparece en 2017.

¿Disfruta igual con el ensayo que con la novela o el teatro?

Lo que más me gusta escribir son cuentos. De hecho, escribo muchos, muy a menudo. El ensayo también me encanta.

Este sábado se falla el Premio Planeta, que usted ganó en 1999. ¿Le cambió la vida este galardón al ser usted tan joven -25 años- cuando lo recibió?

Sí y no. La vida no fue lo mismo desde entonces. Pero a lo que me ayudó fue a continuar en la línea que tenía trazada, de manera que más que cambiarla la impulsó. Fue una experiencia irrepetible, que recuerdo con mucho cariño.

Un poeta se ha convertido en millonario en un concurso de televisión. ¿Qué le parece?

Y otro acaba de ganar el Nobel. Bien por ellos. Indica que, pese a todo, hay más espacio para la palabra en la sociedad de lo que pensamos.