¿Usted de pequeño ya buscaba tesoros ocultos?

Claro. La clave de todo está en la infancia. Nací en el Teruel de los 70, cuando era una ciudad pequeña, muy histórica pero que aún no había sacado pecho de su historia medieval y yo me hacía preguntas sobre quién había hecho esto o qué significaba aquello. Como los mayores no me daban respuestas me saqué el carné de la biblioteca pública con 8 años, entré en el universo de los libros para buscarlas y ahí me enamoré de la aventura de escribir porque empiezo con esa edad a escribir mis primeros relatos y a los 12 años tengo un programa de radio. Yo fui muy precoz, reflejo de un espíritu inquieto.

Sus padres no sabrían cómo responder a tanta pregunta.

Sí (ríe), básicamente estaban hartos de que hiciera tantas. Y es curioso porque mi hijo mayor, de 9 años, es como yo. Y yo intento darle respuestas parciales para que busque las suyas propias, porque las preguntas que tú te trabajas no se te olvidan en la vida.

Siempre le han interesado los misterios antiguos. ¿Nunca los del futuro?

Sí, tengo un cerebro bipolar. Mi interés fundamental está en los orígenes de la civilización pero mi otro polo de interés es todo lo que tiene que ver con la carrera espacial y la conquista del espacio. Me fascina, tanto es así que no paro de leer y de estudiar sobre ello porque no me atrevo a escribir aún. Me he ido entrevistando a lo largo del tiempo con los astronautas vivos de las misiones Apolo -lo hice con Neil Armstrong, Edwin Aldrin...- y la idea futura es escribir algo de eso porque ellos son los últimos héroes, los que se enfrentan al mundo de verdad desconocido.

En su futuro, ¿le interesa saber si habrá nuevas elecciones?

No, no me interesa. Vivo muy desconectado. Las luchas por lo local, los nacionalismos, me parecen una expresión de provincianismo mental.

Pero la política lo rige todo.

Sí, pero esa actitud de no levantar los ojos del suelo... Necesitamos levantar la cabeza para salir de este barro y no pelearnos por una bandera o una frontera. Nos perdemos en minucias.

¿Ha tenido encontronazos con algún científico?

Bueno, he tenido más bien discusiones o debates, pero al final siempre han sido muy positivos porque el verdadero científico también tiene la mente inquieta. Hasta hace unos años la física era muy mecánica, muy newtoniana, y hoy estamos en la física cuántica de las partículas, de lo infinitamente pequeño, donde todo es posible. Y la imaginación siempre ha sido una herramienta de la ciencia. A través de un sueño, Mendeléyev inventó la tabla periódica, un pilar de la química moderna.

¿Nunca piensa que hay cosas que no tienen explicación?

No. Quedarse en lo inexplicable es conformarse con la ignorancia. Lo inexplicable siempre es un reto y yo trato de encontrar una respuesta. Por eso últimamente escribo cada vez más ficción, porque empecé escribiendo sobre enigmas históricos y la falta de respuestas me dejaba insatisfecho, pero a partir de las novelas podía dar más respuestas.

¿Y la vida no sería más aburrida si tuviéramos explicación para absolutamente todo?

Sí, pero ten por seguro que jamás resolveremos todos los misterios. Cuanto más conocemos, más campos de conocimiento se nos abren.

Usted visita los lugares de los que escribe en sus novelas. ¿Fue una locura haber pasado la noche la Gran Pirámide?

No me arrepiento, pero he tenido que ir asimilándolo con el correr de los años y el libro (La pirámide inmortal) lo escribí como un exorcismo de los miedos y sensaciones a los que me enfrenté en esas horas de soledad absoluta. Me quedé allí sin permiso a pasar la noche y fue la semilla de algo creativo pero no lo volvería a hacer. Con El ángel perdido escalé el monte Ararat, fue una experiencia muy dura, a 5.000 metros, con 20 grados bajo cero, pero esa sí la volvería a repetir. Lo de la Gran Pirámide, no. No sabía a lo que me enfrentaba e intuyo que me enfrentaba a mí mismo, que es lo más terrible que puede haber, y viví una experiencia casi de muerte. Morir debe de ser algo parecido a lo que pasé y es tremendo.

Se documenta mucho para sus libros. ¿Cuánto tarda en ese proceso y cuánto en escribir?

Es muy variable. Yo no soy autor de un libro por año. Ahora estoy en un proyecto nuevo en el que llevo tres años y quizá me quede otro año más. Con el de la carrera espacial llevo una década. Trato de que esas obras sean comprensibles para cualquier mentalidad y que no sean perecederas. Luego suelo tardar entre 9 meses y un año en escribirlo. Uno no es autor hasta que no tiene voz y método y yo ya lo he encontrado, pero todavía lo estoy perfeccionando.

¿Cómo elige los temas? ¿Tiene una lista de misterios por resolver?

A veces el tema te elige porque vivo rodeado de libros y viajes vinculados a lo desconocido de donde surgen historias. No tengo una lista pero sí proyectos en marcha, como la segunda parte de El maestro del Prado, o las explicaciones de los grandes misterios para niños.

¿Qué enigma le quita el sueño?

El gran enigma que no hemos podido resolver: la muerte. No sabemos nada y todos estamos abocados a ella. Es increíble y es una asignatura pendiente terrible.

¿Qué sensación da vender un millón de libros en Estados Unidos y ser traducido a 40 idiomas?

Descubres que una buena historia no conoce fronteras. Es el Santo Grial de todo escritor.

Hoy tiene dos encuentros con el público en Alicante. ¿Qué es lo que más le suelen preguntar?

La pregunta del millón es cuánto hay de verdad y de ficción en mis novelas, que trataré de resolver y se quedarán muy sorprendidos porque en mis libros hay mucha más verdad que ficción.