Su altura (mide 1,83) y el papel que le cambió la vida, la teniente Ripley de Alien (1979), han marcado la trayectoria de Sigourney Weaver con personajes de mujeres fuertes e independientes, pero incluso ellas tienen «momentos vulnerables», asegura la actriz en una entrevista con Efe. Horas antes de recoger su Premio Donostia, el segundo de esta 64 edición del Festival de Cine de San Sebastián, Weaver (Nueva York, 1949) repasó algunos momentos de su carrera hasta llegar a su último trabajo, el drama fantástico de J.A. Bayona Un monstruo viene a verme, proyectado ayer fuera de competición. «Uno de los motivos por los que los directores no piensan en mí para las típicas historias de amor es que soy muy alta», explica la actriz, que ha sido en el cine la científica Diane Fossey de Gorilas en la niebla o la astuta ejecutiva de Armas de mujer.

«¿Son esas mujeres fuertes? Sí, en muchos sentidos, pero también tienen su parte frágil y vulnerable», subraya. «Cuando se habla de mujeres fuertes, esa no es la historia completa. Es verdad que no se rinden y no esperan a que un hombre les resuelva los problemas, pero suele ser más complicado». De Ridley Scott a David Fincher, y de Peter Weir a Roman Polanski o Ang Lee, la protagonista de Cazafantasmas ha trabajado con algunos de los directores de cine más prestigiosos de las últimas décadas en títulos como La muerte y la doncella, El año que vivimos peligrosamente o La tormenta de hielo. Pero fue la saga de Alien -a la que regresará próximamente de la mano de Neill Blomkamp- la que la catapultó como primera heroína moderna del cine de acción. «Tuve mucha suerte al hacer un personaje como Ripley», señala. «Creo que la ciencia ficción es un género no suficientemente apreciado, es un área en el que los creadores imaginan cómo será la vida en el futuro, y eso es cautivador y relevante». «La ciencia ficción no va de efectos especiales y transformers, como muchos en Estados Unidos parecen creer, sino que se trata, como decía James Cameron, de lo que significa ser humano», precisa.