«No creo que siga siendo un sex symbol, sino solo una curiosidad», manifestó ayer el actor Hugh Grant durante una rueda de prensa celebrada en la 64 edición del Festival de San Sebastián, que proyecta en la sección Perlas el filme que protagoniza junto a Meryl Streep Florence Foster Jenkins.

Esta película, dirigida por Stephen Frears, está ambientada en 1940 y cuenta la historia real de una heredera de la alta sociedad neoyorquina, cuyo sueño era convertirse en cantante de ópera, a pesar de poseer una voz horrible. Su marido y mánager, el actor y aristócrata inglés St. Clair Bayfield, está dispuesto a protegerla.

El actor, que ha rodado más de medio centenar de películas con los mejores directores del mundo, recordó que, de Woody Allen, le quedó un consejo que él mismo ha transmitido a sus hijos: «El 98 % del éxito es aparecer en el plató. Así que, ese es el primero: aparece y hazlo».

De Roman Polanski dijo que fue el primer director con quien se dio «realmente cuenta del poder que tiene el cine como algo diferente y más grande que la televisión».

Respecto a Frears, reconoció que le tenía tanto «miedo» al director, al que conocía por su activismo social y político, como a su compañera de reparto, Meryl Streep: «Hacer escenas emocionales con alguien que tiene 19 nominaciones a los Óscar es absolutamente intimidatorio».

«Algunas de las cosas que me encantaban del cine ya no son lo mismo que hace 20 o 30 años. Mis amigos me dicen que por qué no pruebo, pero es que no quiero hacer el esfuerzo, me gusta la idea de agarrarme al cine glamuroso de antaño», dijo.

Con el mismo encanto que derrocha en sus papeles, el sex symbol londinense afirmó rotundo que prefiere la magia del cine: «Tiene un algo romántico especial que ni la mejor televisión de hoy en día podría igualar».

Con el típico sentido del humor británico, que el actor reconoce como seña de identidad, Grant mantuvo las distancias sobre su idea de qué son las películas para él: nada de pensamientos profundos.