Una emocionada Ángela Molina recibió ayer el Premio Nacional de Cinematografía por su vida dedicada al cine, una vida que «repetiría tal cual» y que seguirá dedicando a expresar, «hasta que la vejez» se lo permita, «la vulnerabilidad y el arrojo del alma humana».

«Amo a mi oficio como se ama un misterio, sobrepasada y conmovida por la niña que fui», que su padre, el cantante Antonio Molina, cogía en brazos cuando iba a recibir los aplausos aunque en ese tiempo «no sabía que estaba dando los primeros pasos de lo que iba a ser» su vida, «una vida tan maravillosa», que la repetiría «entera tal cual, con sus errores».

La actriz recibió el galardón de manos del ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, en un acto que tuvo lugar en el Museo San Telmo, en el marco de la 64 edición del Festival de Cine de San Sebastián.

La actriz, además, no dudó en ponerse una «txapela», más al estilo parisino que al vasco, que le lanzaron desde el público y cantó a dúo con el ministro unos versos de la canción Más cine por favor que ambos dedicaron a su autor, Luis Eduardo Aute, ingresado tras un infarto que padeció el pasado 8 de agosto.

Por otro lado, el actor, escritor y director estadounidense Ethan Hawke (Austin, Texas, 1970) recibió ayer el primer Premio Donostia del 64 Festival de San Sebastián por una trayectoria en la que aseguró haber aprendido que la clave del éxito es «no destruirte a ti mismo».

El actor presentó fuera de concurso en San Sebastián su última película, una nueva versión del wéstern Los siete magníficos dirigida por Antoine Fuqua.

También el cineasta Alberto Rodríguez presentó ayer en el Festival de San Sebastián El hombre de las mil caras, un thriller que compite en la Sección Oficial con el que lleva a la gran pantalla al espía Francisco Paesa y al que fue director de la Guardia Civil Luis Roldán.