¿Qué es para usted el humor?

Algo necesario para vivir. Es el camino más rápido a la felicidad. Nadie ríe si no está feliz. Se puede llorar de risa, pero no reír de pena. Sin humor todo sería muy triste y muy aburrido. Como decía Mark Twain, el humor es la mayor bendición de la humanidad.

¿Y qué tipo de humor le gusta?

Una vez, Karlos Arguiñano me dijo: «Sólo hay dos tipos de humor: el que te hace reír y el que no». El que me gusta a mí es el que me hace reír, lógicamente.

¿Qué línea roja no atravesaría nunca con su humor?

Nunca puedes decir nunca, pero sí te puedo hablar del presente, y en mi espectáculo no hablo ni de política, ni de religión, ni tampoco hago humor negro... De hecho, mi show es muy blanquito.

¿Hay un humor diferente según la geografía? ¿Cómo es el maño?

Sí, claro. Es lógico. Cada sitio tiene su historia, la manera de ser de su gente, su día a día... El humor no se queda al margen, no hay un humor estándar para todos igual. En Aragón, por ejemplo, dicen que tenemos un humor somarda, que te parece que no te está diciendo nada, pero... ¡zas!, ahí te lo ha soltado. También creo que si un chiste es bueno, funciona igual de bien en Huelva que en Santander.

¿Cuáles son sus ídolos, sus imprescindibles del humor?

No soy de tener ídolos, pero sí reconozco el talento y el trabajo bien hecho. Por no salir del mundo del monólogo, hay gente como Goyo Jiménez, que me parece un fuera de serie, es un maestro. Luis Piedrahita es capaz de hacer humor de cualquier cosa... es un genio. Miguel Lago me parece que tiene un espectáculo demoledor y necesario. Y podría estar respondiéndote a esta pregunta con una larga lista de compañeros: Nene, Raúl Massana, Sergio Olalla, Miguel Miguel, Diego Peña...

¿Cuáles son los prescindibles del humor?

Creo que hay público para todo tipo de humor, y humor para todo tipo de público. Todo y todos tienen su sitio. Yo te podría decir lo que no me gusta a mí, pero no lo que es prescindible. No soy nadie para decir algo así. ¡Pasopalabra!

Sobre su reciente paso por un clásico como Saber y ganar, terminó el último programa emocionado. ¿Por qué?

Porque soy muy blando... [ríe]. No esperaba emocionarme tanto, pero cuando Juanjo Cardenal me interrumpió para agradecer mi trabajo y felicitarme por ello, ahí me tocó la fibra. Fueron pocos días, pero fueron muy intensos y todo el equipo fue maravilloso conmigo. Imposible no cogerles cariño muy deprisa, e imposible también no sentir pena y emoción en el último programa.

¿Puede recordar su paso por Un, dos, tres... y su experiencia con Chicho Ibáñez Serrador?

Han pasado doce años ya, ¡fíjate! Fue una etapa inolvidable. Allí cambió mi vida totalmente: la profesional, ya que empecé mi carrera a nivel nacional, y la personal: allí conocí a la que es mi mujer. Y además tuve la fortuna de trabajar con uno de los maestros de la televisión.