Pese a ser para muchos «una cara nueva», Ruth Díaz confiesa que es una actriz de «carrera de fondo» que, con 41 años y gracias al «regalazo» de Raúl Arévalo con Tarde para la ira, ha ganado el premio a la mejor interpretación de la sección Horizontes de la Mostra de Venecia.

Recién aterrizada en Madrid, y aún con la sonrisa que le provocó el domingo su hija al recibirla en casa vestida de gondoliere, Díaz (Reinosa, Cantabria, 1975) reconoce que Tarde para la ira es un «sueño hecho realidad» que ha recibido 23 años después de que llegara a Madrid desde su Cantabria natal para dar vida a Aurora en la obra Fortunata y Jacinta. Un recuerdo éste que le hace sonreír al echar la vista atrás, porque si algo tiene esta actriz es trayectoria. «Soy un rostro nuevo en comparación con otros actores que están arriba y son mediáticos, pero supongo que para la profesión no lo soy. No me lo tomo mal, lo entiendo, porque para el público general importa mucho que te vean. Yo he tenido una carrera de altibajos, y la gente te olvida», dice Díaz.

Para la actriz el premio «significa algo más allá que un reconocimiento a un trabajo, llevo una carrera larga y es un reconocimiento por ir bien. Esto (el premio) me dice que voy por el buen camino -afirma- incluso quizá tenga algo de ¡ya era hora! Es una profesión muy complicada porque he tenido etapas buenas y otras no tan buenas. Esto es un premio a esa lucha».

En cuanto a su trabajo con Arévalo y con los actores Antonio de la Torre y Luis Callejo, la también actriz de la obra teatral Aquiles el hombre, llevada al escenario del festival de Mérida, recuerda que fue un rodaje donde se la trató «con mucho respeto» aunque al igual que sus compañeros, tampoco salió ilesa de los métodos que el director usó con sus actores. «Cuando estaba en una secuencia con Luis en una de las tomas vi que le decía algo al oído. En mitad de la toma recibí un tortazo, que le costó darme a Raúl, pero pegué un bote, me levanté como un obús y seguí con la escena. Esas cosas vienen bien y son parte del juego».