El cineasta vasco Koldo Serra ha saldado con su largometraje Gernika una cuenta que el cine español tenía pendiente con su historia: el bombardeo contra la ciudad vasca de Guernica, el primero contra la población civil, que sirvió de mesa de pruebas a la Legión Cóndor antes de la II Guerra Mundial.

«A partir de aquel bombardeo se perdió el respeto; a partir de ahí se llegó al zénit de Hiroshima y Nagasaki, y eso continúa: vemos cada día en la televisión cómo se bombardea Iraq o Siria. Está claro que ahí se rompió la barrera de hasta dónde se podía llegar y, desgraciadamente, aún no ha parado».

Koldo Serra (Bilbao, 1975) habla así con Efe sobre su película, su segundo «primer largometraje» -el primero lo rodó hace diez años, Bosque de sombras (2006)-, que llegó a sus manos a través de los productores José Alba y Carlos Clavijo (Pecado Films).

«Todo el mundo piensa que el proyecto surgió de mí, pero fueron estos dos malagueños quienes me hablaron de un proyecto que tenía un guionista que resultó ser Barney Cohen, uno de los creadores de Viernes 13 IV: peor no podía sonar», se ríe Serra, que les reconoce, entre otras virtudes, un trabajo de documentación «brutal».

Gernika es un drama bélico que se sirve de la historia de amor entre Henry (James D'Arcy), un periodista del New York Herald Tribune que informa de la Guerra Civil española, y Teresa (María Valverde), una censora de la República a la que su jefe, el ruso Vasyl (Jack Davenport), ama en secreto, para narrar el horror de la guerra. «Lo que más me gusta de la película es que no se mete en bandos ni en política, sino que se ve a través de los ojos de un periodista extranjero», apunta el vasco.

Un periodista «borracho y sin autoestima que es capaz de enamorarse y despertar de nuevo a la vida y a la pasión», explica D'Arcy, quien opina que Gernika funciona «precisamente por las diferentes capas en las que está contada».