En el mes de septiembre, cuando su querido barrio de Benalúa ultima una gran exposición sobre su obra a modo de homenaje; y en el mes de septiembre, cuando en apenas unos días, el próximo miércoles, el Mubag Mubagy el IAC Juan Gil-Albert van a desgranar una de sus tallas de madera más interesantes, «Apocalipsis» (premiada en 1984 en el Salón de Otoño de Madrid), Remigio Soler, el pintor y escultor alicantino, maestro en el arte de la imaginería, el humilde y cercano trabajador (sobre todo eso, trabajador incansable), se fue.

Remigio Soler falleció ayer a la edad de 84 años en el Hospital General de Alicante tras una larga enfermedad. Rodeado de su familia, y de sus seres más queridos, Soler dijo adiós a una vida marcada por la lucha (huérfano de padres a los 9 años, residió en el hospicio) hasta que ingresó en la escuela de Bellas Artes de Alicante, situada en la Rambla, donde recibió clases de los mejores pintores como Perezgil, Pedro Valdés y Manuel Baeza.

Más tarde viajó a Barcelona, donde amplió sus conocimientos en el oficio donde ya era un alumno aventajado, el dibujo. De hecho, su talento, le permitió integrarse en las plantillas de la editorial Feher y Bruguera.

Después regresó a Alicante, su tierra, la que hay detrás siempre de su obra, donde se encuentra toda su vida y personalidad. Y que resulta imposible de comprender sin el papel de su madre y su esposa.

«Tenía 14 años cuando la conocí. Estaba yo en una pensión en la calle Guardiola recién llegado de Barcelona. Hacían fiesta y yo me brindé a pintar unos cuadros para adornar la calle. Estando pintando se me acercó una cría flaquita y morena. "¿Quieres que te eche una mano?", dijo. Y yo dije que bueno. Le di la brocha, se puso a pintar y ya no ha soltado la brocha. Toda la vida hemos trabajado y luchado juntos. Y ahí está ahora mismo en la tienda, debajo del estudio. Y eso me permite a mí hacer esto. Si vendo mi obra, bien, y si no, con la tienda y mi jubilación comemos. Yo le debo a ella mucho. Todo», señaló Remigio Soler a la periodista Ángeles Cáceres en junio del 2001.

Las esculturas de Remigio Soler se encuentran repartidas en numerosas iglesias y colegios católicos de Alicante como la de las Lomas de Juan XXIII; o bien la capilla del Hogar Provincial de la Diputación de Alicante, donde se conserva una talla de la Virgen.

«Era un hombre apegado a la tierra, a lo material, donde la religión tiene también mucha importancia. Unas obras en las que, por cierto, dejaba caer los males del mundo donde vivía mostrando su lado más crítico», señala Juan Antonio Roche, profesor de Sociología de la Universidad de Alicante, quien ha podido trabajar con buena parte de su legado en los últimos meses para la muestra que se dedicará a Remigio Soler en la Lonja, el próximo 30 de septiembre, y donde se podrá disfrutar de una amplia retrospectiva de toda su carrera.

«Para Remigio Soler es importantísimo el trabajo. Así, en su obra, hay una gran presencia de trabajadores y, entre ellos, importantísimo también es la madre y la mujer trabajadora (mujeres que tiraron y miraron hacia adelante siempre en momentos muy difíciles). En sus pinturas, en sus esculturas se encuentran además siempre los oficios tradicionales», agrega Roche respecto a un artista, Remigio Soler, que se consolidó en la postguerra, arraigado siempre en lo popular y las costumbres.

«En sus cuadros y esculturas la gente no está riéndose. Tampoco tristes, pero sí graves. Es un sentido ético, de la responsabilidad, de la idea de un trabajador que fue muy pobre. Además, está en él muy presente la idea de la muerte. Y fue un artista muy valioso en el plano escultórico y artístico en general, con un estilo muy clásico, quizás de otro tiempo, pero muy importante en la imaginería, que conecta muy bien con Salzillo», concluye Roche.

Juana Balsalobre, directora de Arte del Gil-Albert, apunta que Soler «significa y forma parte de ese arte que está contextualizado por la época y las circunstancias. Hay que adentrarse en su obra para encontrarse con él y con el arte que crea. Además de pintor y dibujante es un gran maestro de la escultura, un luchador».

Remigio Soler, que realizó exposiciones nacionales e internacionales (una de sus últimas muestras fue la titulada «Homenaje a la Medicina» en la CAM en marzo del 2005), fue también un conocido constructor y diseñador de Hogueras. Incluso el artista Pedro Soriano le dedicó en el 2001 un magnífico retrato que fue Ninot indultado en las Hogueras de aquel año.

Era un genio poco reconocido, al menos así lo aseguran muchos de los expertos consultados, aunque inmensamente querido en su barrio de Benalúa. «Era un personaje de la calle. Siempre se le encontraba cuando se le buscaba. Siempre alegre y colaborador, sonriente, feliz», apunta Manel Blasco, del colectivo del barrio.

Y vaya si lo era si atendemos a sus propias palabras:

«Mira, yo he visto gente que le ha tocado la lotería y enseguida se ha muerto; empiezan a comer mejor, a trasnochar, a beber, a viajar, se compran un yate, se van al golf... chica, ¿yo para qué quiero un yate? Yo, no. Yo me voy a la playa con mis nietos a coger bichitos; cogemos un escarabajo o una lagartija, le ponemos un nombre, lo dibujo, lo soltamos, y cuando volvemos a casa hacemos un cómic con eso y pasamos la mañana así. A veces me invitaban a otras cosas y digo: no puedo, no tengo tiempo. La vida me ha sacudido, pero he podido remontarlo y aquí estoy. Vivo feliz con mi mujer, me divierto con mis nietos... no quiero más», apuntó en una entrevista concedida a este medio.

Los restos mortales de Remigio Soler descansan desde hoy en el tanatorio de la Siempreviva, y hasta el lunes muy probablemente no tendrá lugar el sepelio. Y tras él, quedará siempre su obra, su legado, que será recordado de forma inminente en dos citas que se verán transformadas en grandes homenajes: el primero, miércoles 7 de septiembre en el Mubag (organizado por el Gil-Albert), 20 horas; y el segundo, 30 de septiembre en la Lonja, en una muestra comisariada por Juan Antonio Roche junto a la Asociación de Vecinos de Benalúa.