El adorno del teatro era una manta vieja, tirada con dos cordeles de una parte a otra, que hacía lo que llaman vestuario, detrás de la cual estaban los músicos, cantando sin guitarra algún romance antiguo. Murió Lope de Rueda, y por hombre excelente y famoso le enterraron en la iglesia mayor de Córdoba (donde murió), entre los dos coros, donde también está enterrado aquel famoso loco Luis López. Sucedió a Lope de Rueda, Navarro, natural de Toledo, el cual fue famoso en hacer la figura de un rufián cobarde; éste levantó algún tanto más el adorno de las comedias y mudó el costal de vestidos en cofres y en baúles; sacó la música, que antes cantaba detrás de la manta, al teatro público [?] inventó tramoyas, nubes, truenos y relámpagos, desafíos y batallas, pero esto no llegó al sublime punto en que está agora. (M. de Cervantes: Prólogo de Ocho comedias?)

El elemento musical tiene amplia cabida en las comedias y entremeses cervantinos. A decir verdad, los cantares y las danzas ayudaban a mantener la atención de los espectadores. Por esta razón, Cervantes prevenía solícitamente todo lo que tocaba a la música. En Pedro de Urdemalas, escribe: «Entran los músicos [?] han de traer ensayadas dos mudanzas y su tamboril». En Los baños de Argel explica cómo ha de salir a escena una boda: "Halima, con un velo delante del rostro [?] llévanla en unas andas en hombros, con música y hachas encendidas, guitarras y voces y grande regocijo, cantando los cantares que yo daré [?]» Aquí el autor se ocupa personalmente de las canciones que han de cantarse, por lo que debía de llevar en su compañía un repertorio adecuado.

En La casa de los celos vienen bastantes acotaciones referentes a la música y unas cuantas canciones. En la jornada III: «Entra Clori, cantando, y Rústico con ellas, y Angélica». Rústico se lamenta de no saber cantar, lo que da lugar a que se hable de las diversas voces humanas. En El rufián dichoso, con dos músicos en el reparto, intervienen guitarras, chirimías, sonajas, flautas? Si se hicieron romances «a lo divino», el que canta Lagartija lo podemos calificar de «a lo hampesco». El estruendo de la música llega a ser tal que Fray Antonio, alarmado, dice gritando: «¡Padre nuestro, despierte, / que se hunde el mundo todo / de música!»

En La entretenida también hay músicos en el reparto? y un barbero. Este no es guitarrista (como suelen serlo en las novelas cervantinas), sino un buen bailarín; y tan entusiasta como su esposa: «[?] la barbera, / que canta por el cielo / y baila por la tierra [?]» Se canta y glosa la célebre canción popular: «Madre, la mi madre, guardas me ponéis; que si yo no me guardo, mal me guardaréis». Las danzas lo animan todo. Algunos personajes piensan bailar hasta molerse el alma y brincar hasta reventar.

En Pedro de Urdemalas la acción gravita en torno a una danza, una cascabelada nueva y sensacional, tanto por la colocación y número de danzantes como por sus deslumbrantes y originales atavíos. Urdemalas tiene talento para inventar giros, mudanzas y todo lo que se precie en relación con las danzas. El alcalde de su pueblo, que se confiesa su discípulo, le dice: «Siempre tú fuiste gran hombre. / Yo por el premio venía / de la danza que enseñaste, / que en ella claro mostraste / tu ingenio y tu bizarría».

El entremés El Viejo celoso es amenizado por dos músicos y el bailarín Escarramán. Al final se canta un romance, glosa quizás de algún canto popular: «El agua de por San Juan / quita vino y no da pan. / Las riñas de por San Juan / todo el año paz nos dan». Finalmente, El Rufián viudo llamado Trampagos es un verdadero recital de canto y danza. Con animada y vertiginosa rapidez, se sucede la Gallarda, el Canario, el Villano, etc. Viene a ser un verdadero desafío entre el bailarín Escarramán y los músicos, a ver quién sabe y puede más, si él bailando o ellos cantando y tocando.