En tarde ventosa y con tres cuartos de entrada, ayer domingo se celebró en el Puerto de Santa María la cuarta de feria, con gran expectación por ver a José María Manzanares tras su triunfo en San Isidro.

En el saludo a su primero, Pordiosero de nombre y de bonitas hechuras, el viento deslució el toreo a la verónica aunque el toro mostrase su buena condición y templanza, cualidades que confirmaron durante el buen tercio de banderillas, en el que Rafael Rosa y Luis Blázquez se desmonteraron. Manzanares inició el trasteo por abajo, tirando del astado hasta el tercio, comenzando a torear por el pitón derecho y obligado a vérselas también con el vendaval. Probó una tanda al natural para regresar al toreo en redondo, logrando momentos de enorme intensidad ante el buen toro de Juan Pedro Domecq, procedente de una reata que es uno de los pilares de este hierro según el propio ganadero. Se perfiló en largo ejecutando la suerte contraria y consiguiendo una estocada ídem. Cortó una oreja tras escuchar el aviso y descabellar certeramente.

Delicado, el quinto bis, de salida se quedaba corto y también de clase, perdiendo las manos en el caballo. El viento continuó molestando al comienzo de la faena de muleta haciendo difícil la ligazón. No obstante, primero al natural y después con la diestra, Manzanares fue estructurando una faena muletazo a muletazo ante un toro que se iba parando por momentos. Lo mató de una superior estocada ejecutada esta vez en la suerte natural y que por sí misma era merecedora de la oreja que concedió el presidente y que sirvió para abrir la puerta grande.

Rompió plaza Sebastián Castella y cerró la terna López Simón, que también salió a hombros.