Con una agenda repleta de compromisos, Carlinhos Brown llevaba demasiado tiempo lejos de España, el país que, según él, «lo impulsó hacia el mundo» y al que vuelve estos días para dar las gracias con su mensaje siempre optimista, aunque previniendo de que su descontento con la música crece día a día. «Llevo 37 años subiendo y bajándome de los escenarios. Hoy la pintura me llama como otro camino, con un mensaje que la música ya no me ofrece, porque atraviesa un momento sin credibilidad. Se ha usado para vender de todo, de champús a coches, y no quiero colaborar con ese momento», advierte.

¿Se ha planteado una fecha para abandonar la música? «Es algo en lo que empiezo a pensar, no tanto en dejar la música, sino ese modelo, porque nunca quise ser una estrella del pop. Siento el éxito no porque me digan '¡qué grande eres, Carlinhos!', sino por haber podido alimentar a mis hijos con el trabajo que tanto soñé», responde.

Tome la decisión que tome (precisa que nunca podría desvincularse completamente de la música), a día de hoy, sigue en marcha con su locomotora festiva, que en 2005 reunió a medio millón de personas en las calles de Madrid y que anoche volvió a la región para cerrar el festival Cultura Inquieta de Getafe. También pasará el 1 de agosto por A Coruña.

Además, anticipa que planea una inminente gira por teatros que le gustaría traer aquí, porque, «antes de España, puede ser que ni siquiera en Brasil» se le entendiera, considera este músico y coach de las últimas seis ediciones de la versión brasileña de los programas de televisión La voz y La Voz Kids.

«Soy semianalfabeto y toda mi formación es oral, parte de ella africana. He reivindicado mucho esta cultura y en Brasil se recela del recuerdo del pasado esclavista. Además, mi música es rebuscada, aunque no lo parezca», explica sobre las razones sobre las reticencias iniciales a su arte en su país, donde hoy sí se le comprende, «incluso de una forma que asusta», remacha.

Para Antônio Carlos Santos de Freitas (Salvador de Bahía, 1962), que tomó su nombre artístico como homenaje a James Brown y a un exesclavo y activista por los derechos humanos, H. Rap Brown, «la situación de los negros en el mundo no ha cambiado con (Barack) Obama», afirma antes de ilustrarlo con una terrible estadística: «En Brasil mueren 29 adolescentes negros mueren al día».

Aún así, constata que «los principales problemas de los negros no están en EE UU, ni en Brasil; están en África, donde la gente sigue pasando necesidades, hambre, prejuicios raciales y falta de oportunidades». Por todo eso, él insiste en su mensaje de unidad. «Solo hay una raza: la humana», subraya una y otra vez este optimista irredento, empeñado en ver siempre el lado bueno de las cosas.