Conseguir empezar con Pikachu o dirigirse a la Poke Parada de la Casa Carbonell para rearmarse de Poke Balls o asistir a un combate en uno de los gimnasios como el de Tobago o capturar a Kabutops o Snorlax, dos de los 11 especímenes más complicados de apresar. Todo eso forma parte de los retos de Pokémon Go, el juego de Nintendo que ha revolucionado el mundo con su sistema de realidad aumentada. Todos hablan de ello, aunque son los más jóvenes los que se aplican y con poco esfuerzo consiguen explicar y hacer funcionar esta app que ha llevado a sus creadores a subir su cotización en bolsa.

No es bonito, no es atractivo, no tiene personajes entrañables. Pero es gratis y retrotrae a la infancia a los que ahora rozan la veintena, con personajes muy reconocibles en tazos y cromos gracias a la serie que se estrenó en España en 1999. Su mayor ventaja, que es el primer juego que permite practicarlo en la calle.

«Lo que ha conseguido es mezclar la realidad con la realidad virtual -asegura Héctor Marín, de 19 años-, porque al estar conectado jugando y tener que ir por las calles de tu ciudad es muy interesante y entretenido, no estás en el sofá de tu casa». En este sentido, asegura que «tiene la peculiaridad de que o te mueves o no puedes hacer nada porque tienes que ir a determinados lugares, las Poke Paradas, para conseguir premios».

Héctor no es de los que quedan en lugares estratégicos, pero sabe que en Tobago en San Juan o en el Parque Lo Torrent de San Vicente «están los gimnasios virtuales y ahí queda la gente para jugar».

«Es para móvil y eso te hace salir y te permite jugar en la calle... además es adictivo», asegura Víctor Soriano que camina por la Explanada con otros tres amigos pendientes de estas criaturas que se cruzan en su camino en la pantalla del móvil mientras en la vida real todo continúa igual. «Por aquí hay muchos, por el centro es por donde más».

David Bardisa, de 16 años, va desfilando en este grupo, pero no considera que este juego suponga un riesgo, a pesar de las informaciones que han certificado cómo algunos usuarios habían tenido accidentes por ir pendientes de la pantalla. «Tienes que ir atento, pero tampoco hace falta mirar todo el rato porque cuando aparece un Pokémon te vibra».

Igual piensa Pablo Saura, de 17 años, que junto a su amigo Alejandro Yagüe, de 18, recorre el paseo del Postiguet buscando a estos personajes. «Me la descargué hace tres días porque mis amigos lo tenían y me gustó... está bien para salir a la calle un poco, eso no te lo da otro juego». ¿Enganchados? Ambos aseguran que no. «No, no, estamos jugando pero no todo el día», apunta Alejandro aunque ya han conseguido más de medio centenar de los 150 Pokémon de la primera generación que hay para capturar. «Ahora que acaba de salir pues más, cuando pase un tiempo se pasa».

Javier Santos supera la veintena pero se bajó la app ayer por probar. «No soy friki de estos juegos, pero nunca había visto algo así». Lo dice en la calle San Francisco, delante de las setas que tanto han dado que hablar y que son refugio para Pokémon. Con mensaje incluido, ya que si pinchas en una de ellas aparece «Las setas que nos cuestan un pastón».

Y es que una de las aportaciones de este juego y que quizá pasa desapercibida es que ofrece la posibilidad de hacer «turismo», al destacar espacios, edificios y puntos de interés donde hay que acercarse. Esos lugares se han elegido en función de la importancia histórica o cultural de la zona, pero también teniendo en cuenta lugares que ya han sido geoetiquetados en Google.

Lo piensa así Juan Ramón Lorenzo, creador del grupo de Facebook Pokémon Go Elche que engloba a seguidores del fenómeno en la ciudad y que empiezan a compartir trucos para conseguir personajes especiales e incluso se ha elaborado un mapa de lugares en los que dar caza a las mascotas virtuales. Una de las mayores ventajas para Lorenzo es que «con este juego aprendes».

Y es que, pasear por la ladera del río o por cualquier «parada» de Pokémon supone poder encontrar información actual y real del lugar en el que cada jugador se encuentra. Así se puede descubrir dónde hay una busto de la Dama de Elche que pasa algo desaparecido en el cauce del río o se pueden conocer datos sobre los grafitis que recubrieron el cauce durante el proyecto Víbora II. «Lo bueno de esta zona es que se pueden encontrar Poke Paradas cada veinte metros». En su grupo, Lorenzo compartió el hallazgo de un Pokémon especial, Pikachu, que es raro de encontrar y que «apareció» cerca de su casa.

La nostalgia es uno de los elementos que dan éxito a la aplicación móvil, aunque encontramos aficionados niños y también veteranos. «Es un juego para todos los públicos, es la clave de las plataformas, que son sencillas y enganchan», comenta Clara Ibáñez, una de las ilicitanas fan del juego.

Juan Ramón Lorenzo espera que conforme vaya creciendo el fenómeno y el éxito de su grupo de Facebook se puedan organizar quedadas de estos fans de los juegos para poder salir a cazar Pokémon por el río u otros sitios insólitos. En breve le gustaría crear una parada en algún sitio original de la ciudad que aún no esté designado y poder aportar datos sobre él.

De momento, Elche se está llenando de gente atenta a la pantalla de sus móviles, ya sea por la basílica de Santa María, el cauce del Vinalopó o el barrio de El Raval al acecho de algún Pokemon raro o legendario, un hito muy difícil de alcanzar.