Dicen los que le conocieron bien que era apasionado, entusiasta, tenaz, inquieto, luchador, crítico e intuitivo. Con estos adjetivos definen a una persona que creció leyendo a Pumby y acabó dejándolo todo para abrir Edicions De Ponent, una editorial de tebeos -palabra que él prefería a cómic- y caminar contracorriente hasta que el tiempo le dio la razón. Paco Camarasa falleció ayer a los 52 años en el Hospital General de Alicante, tras una larga enfermedad, dejando huérfanos a más de 170 autores y un legado de 200 libros editados.

Alcoyano de nacimiento, puso una pica en Flandes y montó en Castalla una editorial con la que dar luz a autores nacionales a los que las grandes del sector cerraban sus puertas. El germen fue ediciones Joputa, creada en 1995 junto a su amigo MacDiego, y que tres años más tarde el alcoyano convirtió en De Ponent como una apuesta personal. Desde ahí, Camarasa, cuyo funeral tendrá lugar hoy a las 10.30 horas en la iglesia de Castalla, se convirtió en un auténtico francotirador de la viñeta. Nadó en dirección contraria y supo ver más allá, decir sí a quienes no encontraban refugio y luchar contra lo establecido, que a veces le consideró una amenaza, por lo que nunca se sintió respaldado.

Podía haberse instalado en Madrid o Barcelona. Pero no lo hizo. Prefirió plantar cara y mantenerse en su empeño de buscar el arte y dejar de lado las instituciones. Aunque estudió Periodismo en la Universidad de Navarra, realizó un máster en Administración Pública y disfrutó de una beca Fulbright en Harvard, algo destinado solo a unos pocos, su camino era otro. Las lecturas de Jaimito o El Guerrero del Antifaz se habían quedado marcadas a fuego. Trabajó en el Parlamento Europeo, en TVE y fue profesor en el CEU San Pablo de Valencia. Pero Ruinas, del valenciano Sento, se interpuso en su camino y fue el primer libro publicado por su editorial.

El primer almacén lo instaló en un piso y vendía él mismo ejemplares después de puerta en puerta, tal como recordaba el editor en una entrevista en este diario. Empezó a reunir lo mejor del cómic nacional, incluido un amplio plantel de alicantinos que luego han triunfado, y los autores querían a De Ponent. Max, Miguel Calatayud, Kim, Juaco Vizuete, Pablo Auladell, Keko o Santiago Valenzuela están ahí. «Ofrecíamos un producto intelectualmente más complicado y pronto nos empezaron a llegar los premios en los salones internacionales», destacaba.

Y así fue. En 2001 consiguió la Mención Especial en el Foro del Cómic Europeo; en 2005, el Yellow Kid al mejor editor en el Festival de Roma; en 2010 y 2011, el Premio Nacional de Cómic por El arte de volar, de Altarriba y Kim, y la última entrega del Capitán Torrezno de Santiago Valenzuela. Los años 2009, 2010 y 2011 ganó el Premio Nacional de Cómic de Cataluña, una comunidad que siempre ha reconocido el trabajo de Camarasa. «Somos una editorial a la que se nos reconoce mucho más nuestro trabajo fuera de Alicante y de la Comunidad Valenciana que en nuestra propia casa», se lamentaba el editor siempre crítico con los poderes fácticos.

El arte de volar supuso un antes y un después en la editorial y le abrió el camino de la internacionalización, una vía no para comprar obras de autores de fuera sino para vender derechos de autores nacionales. Y en el cajón muchos proyectos. Con Miguel Calatayud, con Lluís Lluste de Nin.

«Siempre hemos pretendido hacer visible a los autores españoles, dignificar un producto como el tebeo y que llegara a las librerías, no solo a las tiendas especializadas. Y eso es algo que hemos conseguido», aseguraba este luchador implacable, padre de un hijo. «Siempre lo ha sido y ahora lo ha sido hasta en esto», afirmaba ayer su padre, Francisco Camarasa.