Ignacio Osborne Cólogan, consejero delegado del Grupo Osborne y presidente del Instituto de la Empresa Familiar (IEF), denota en sus palabras esa admiración que también su primo Carlos Cólogan siente por su antepasado. «La verdad es que la de don Bernardo es una historia apasionante», expone Ignacio Osborne, cuya madre, doña Cristina Cólogan, fue quien envió desde Cádiz, de vuelta a Tenerife, el libro que durante tantos años había dormido en un mueble y que sería clave en la investigación de su sobrino Carlos. Osborne Cólogan relata la anécdota de cómo su madre, cuando él y sus hermanos eran pequeños, les contaba que la película 55 días en Pekín, en la que es el embajador inglés quien lleva el peso del relato, no hacía justicia al «tío Bernardo». «Luego descubriríamos que tenía razón», puntualiza el consejero del Grupo Osborne, que colaboró con la publicación de la obra de Carlos Cólogan. Ignacio Osborne explica en su conversación con la opinión de tenerife la «impresión» que causa contemplar el cuadro de Bernardo Cólogan y Cólogan que la embajada de España en Pekín expone en sus dependencias. Allí, en la entrada de la sede de la embajada, dos leones custodian las puertas, dos felinos a los que llaman, en particular recuerdo de la figura de don Bernardo, «los leones de Cólogan», tal como cuenta Ignacio Osborne, que pone énfasis en cómo las aventuras de su antepasado no acabaron en China. «Lo que hizo en México fue tan o más importante», significa. No en vano, Bernardo Cólogan fue también actor protagonista en capítulos tan relevantes de la historia de aquel país como la revolución maderista, la decena trágica o la revolución constitucionalista, momento en que tuvo que dejar México por su relación con Victoriano Huerta.