¿Puede un androide despertar la empatía de un ser humano y remediar la soledad? Kamame Hayashi, padre del popular robot Pepper, trabaja en un nuevo autómata que sea capaz de cumplir estas funciones y que pretende colocar en cada hogar. Pepper fue comercializado en 2015 como el primer autómata capaz de interpretar las emociones y el lenguaje humanos y se ha convertido en uno de los rostros más reconocibles de la vanguardia tecnológica de Japón, donde se le puede ver interactuando con personas en muchos establecimientos comerciales.

Hayashi lideró el equipo que concibió al humanoide de facciones afables y anatomía curvilínea, pero tras el lanzamiento al mercado de Pepper en junio de 2015 y su fulgurante éxito comercial -las primeras 1.000 unidades se agotaron en un minuto-, decidió abandonar el barco. Pocos meses después de dejar Softbank, Hayashi fundó su propia compañía, Groove X, con objeto de desarrollar un autómata doméstico diferente basado en las premisas de la comunicación no verbal, apariencia no humana y capacidad de conectar emocionalmente con personas.

«No me interesan las máquinas que sustituyen o emulan labores humanas, sino aquellas que nos pueden ayudar a sentirnos mejor», explica Hayashi, quien ha reclutado para su empresa a veinte personas de disciplinas tan diversas como la biología, la danza, la ingeniería industrial o los videojuegos. «No hay muchas empresas tecnológicas trabajando para cubrir necesidades humanas básicas, como la de afecto o la de aceptación social», añade. Para dotar a una máquina de estas virtudes, la clave es «conectar con el lado más primitivo de nuestro cerebro, vinculado a los instintos, las emociones o las intuiciones», señala el ingeniero.