Al entrar a matar a Madroño, cuarto de la tarde, el diestro Manuel Escribano resultó cogido de gravedad al ejecutar la suerte suprema. Recibió una cornada en la femoral mientras estaba en el aire y otra en los testículos al ser recogido del suelo por el toro, de tal manera que al intentar ponerse de pie cayó desplomado e inmediatamente se hizo visible una hemorragia que manaba a borbotones.

Fue sacado del ruedo por su cuadrilla en volandas, camino de la enfermería y dejando el séquito un espeluznante reguero de sangre que se convirtió en uncharco a la entrada de la enfermería.

En los tendidos saltaron todas las alarmas y las caras de los espectadores no podían disimular gestos de preocupación. Unos se llevaban las manos a la cabeza puestos de pie, otros permanecían sentados del susto y algunos iban corriendo desde sus asientos para interesarse por el torero.

Unos pocos significados entraron en la enfermería para esperar en su antesala y en pocos minutos apareció el mozo de espadas con el vestido de torear y una cara de enorme preocupación.

Tras un rato de espera, apareció Vicente Ruiz «El Soro», declarando que había motivos para estar muy preocupados porque lo estaban operando de una cornada que era muy fuerte.

En este mismo lugar se iban congregando los amigos y partidarios del torero a la espera de conocer detalles.

El mozo de espadas y su apoderado aparecían para dar noticias puesto que el diestro seguía en el hule, pero estabilizado.

El parte facultativo firmado por el Dr. Reyes declaró el pronóstico muy grave, motivado por una cornada en el triángulo de Scarpa de 12 a 14 centímetros que arranca por completo la vena femoral y la safena interna, así mismo con evisceración del testículo izquierdo, con pérdida de masa escrotal. El dispositivo preparado en el patio de caballos finalizó con el traslado de Manuel Escribano a la UCI de la clínica Perpetuo Socorro.