Entretenido aperitivo de la Feria de Hogueras ayer con la actuación de chavales de diferentes escuelas taurinas que se enfrentaron a un encierro de erales excelentes con el hierro de López Gibaja. Bien es cierto que sería deseable que en estas clases prácticas se dejara ver a los aprendices con ejemplares de algo más de entidad para que sus evoluciones en el ruedo llegaran más al tendido. La sensación de peligro es inherente al toreo. Por algo es una profesión tan difícil. Con todo, los erales jugados se movieron noblemente, alguno con cierta casta que no se vio del todo bien gestionada, pero permitieron el lucimiento de los actuantes y el contento del público que cubría los tendidos en un tercio de entrada largo, casi la mitad del aforo. Abrió la tarde el alicantino Genaro Álvarez, muy voluntarioso y con el ánimo siempre de agradar. Con la falta lógica de rodaje, se le apreció cierta templanza en algunos pasajes de su desigual trasteo. No obtuvo trofeos por fallar con los aceros. Una soberbia estocada, por el contrario, llevó a manos del murciano Ramón Serrano las dos orejas del animal que le tocó en suerte, noble y repetidor como el resto de sus hermanos. Se le vieron garbosas maneras por momentos, y la constante presencia de quien quiere demostrar que se sabe la lección.

Muy asentado el también alumno alicantino Adrián Velasco. Templó muy bien con el capote en verónicas de buen aire, y con la muleta planteó un trasteo bien estructurado, de toques precisos y formas cuidadas. Contundente. Al eral que le tocó en suerte se le premió con la vuelta al ruedo, casi como reconocimiento al conjunto enviado por López Gibaja. Está Velasco para pasar de escalafón. Dos orejas y rabo fue el premio.

Pabló Román, de Castellón, paseó también un doble trofeo quizá desmedido por una faena con altibajos pero en la que siempre se mostró afanoso. Alguna tanda diestra tuvo buen son. La espada certera ayudó a que le dieran las dos orejas del astado.

Borja Collado causó sensación por el aplomo y la medida con la que realizó toda su labor, desde el capote mecido con apreciable son, hasta la muleta templada para que su eral, el más flojo del sexteto, no mordiera el polvo constantemente. Este valenciano dejó para el recuerdo un poso de elegancia y facilidad nada habitual para alguien tan nuevo. La asignatura pendiente, sin duda, la tiene en la espada, que le privó de pasear trofeos.

Cerraba la tarde el alicantino Gonzalo Herrán, que resultó volteado tanto en banderillas como con la pañosa. Ni qué decir tiene que le falta rodaje, algo tan obvio como que tiene desmedida afición y enormes ganas de evolucionar. Los nervios quizá le jugaron una mala pasada, pero aún así calentó los tendidos y logró una oreja tras media estocada certera.

Esta tarde será el turno de los más jóvenes: Rubén Alcolado, Juan José Alba y Cristián Expósito (Alicante), junto a José Fernando Molina (Albacete) y Fran Ferrer (Murcia).