Mientras políticos, representantes de la cultura y familiares descubrían una placa por el nacimiento de Rafael Altamira ayer al mediodía, bajaba por la calle Cienfuegos un señor con barba cana vestido a la antigua, con chaleco, corbata, sombrero y bastón cuya imagen hacía volverse a algún que otro turista curioso. Al llegar al número 2 de la calle, el personaje, que parecía salido de un capítulo del Ministerio del Tiempo, se presentaba como Rafael Altamira, abrazaba a su «nieta» Pilar y se ofrecía a servir de guía por los lugares que marcaron su vida en Alicante. Así, de la mano del actor Paco Pando transformado en el ilustre escritor, historiador y jurista alicantino, una comitiva formada por representantes de todos los partidos con representación municipal (a excepción de Ciudadanos), con el alcalde Gabriel Echávarri a la cabeza, visitó durante casi una hora los lugares donde Altamira vivió y estudio y aquellos con un mayor significado para el humanista que hizo parte del recorrido del brazo de «su nieta», Pilar Altamira, una de las impulsoras de los actos de homenaje a su abuelo que se han celebrado en Alicante por el 150 aniversario de su nacimiento y que ayer culminaron con la colocación de la nueva placa en la calle donde nació y con la visita guiada por «su» Alicante. Participaron también en el acto el bisnieto del intelectual, Ignacio Ramos Altamira, así como representantes de la Universidad de Alicante, del Instituto Juan Gil-Albert y del IES Jorge Juan, entre otros.

Tras el descubrimiento de la placa en la calle Cienfuegos, la tercera ya que recuerda al humanista honoris causa por 8 universidades y uno de los mayores defensores de la escuela pública en España, tal como resaltó el alcalde Echávarri, la comitiva encabezada por el ilustre guía hizo un alto en la calle San Pascual a espaldas de San Nicolás «donde se casaron mis padres» recordó Paco Pando en su papel de Altamira, al tiempo que recordaba a su padre José «de ideas liberales y que me transmitió tres cosas: la responsabilidad en el trabajo, el amor a la patria y la ayuda a los demás». También hubo un recuerdo para sus amigos Carlos Arniches y Joaquín Dicenta: «Carlitos era el más aventurero, Joaquín lo defendía y yo era el más tranquilo. El más estudioso, el primero de la clase», que impartió su primera conferencia a los 12 años y que a los 13 dirigió la revista Ilustración alicantina»; que disfrutaba con Julio Verne y a Walter Scott y que leía los Episodios Nacionales de Galdós.

Frente al antiguo edificio de La Asegurada (ahora el MACA), donde estudió bachillerato hasta que se marchó a Valencia a estudiar Derecho, Paco Pando recordó cuando Altamira conoció a Sorolla y a Blasco Ibáñez, «un caudillo de hombres», con el que incluso empezó a escribir un libro que jamás acabaron. Entre turistas que se preguntaban quién era ese señor con barba que hablaba de su vida ante un montón de personas, el grupo se trasladó al Ayuntamiento donde el 4 de abril de 1910 Altamira ofreció un multitudinario discurso a su vuelta de América. «Al volver me preocupaba mejorar el sueldo de los maestros que era de miseria, y crear bibliotecas» narraba el actor emocionado en su papel, antes del trasladarse finalmente al Paseíto de Ramiro donde Altamira fundó la Escuela Jardín Altamira, la primera escuela al aire libre. «Aquí estudiaban los niños, mirando al mar». Y aquí se recordó ayer que, tras rechazar volver a España desde el exilio después de la guerra «porque no quería participar en una dictadura», el gobierno franquista «escondió mis libros y borró mi nombre». Un nombre que Alicante no ha olvidado. De hecho, desde el Ayuntamiento se quiere difundir la ruta de Altamira como un elemento turístico más de Alicante, una ciudad que el humanista llevaba en el corazón y que, tal como relató ayer su nieta Pilar, dijo antes de morir en México: «Lo que me mantiene vivo en este exilio tan doloroso es recordar a mi terreta».