Eran algo así como los tres mosqueteros, pero a finales del XIX. Carlos Arniches, Joaquín Dicenta y Rafael Altamira formaron un curioso trío en el Colegio Politécnico de San José en Alicante que luego dio sus frutos, convertido en un gran escritor el primero, periodista y dramaturgo el segundo, y jurista, pedagogo e historiador universal el tercero. El propio Arniches dejaba escrito que él era el romántico y Dicenta el más activo, pero que Altamira era el más sosegado, serio y comedido en todo lo que hacía. Como muestra, a los 12 años dio su primera conferencia en el colegio: Idea general de la cultura griega.

Esta y otras anécdotas personales se recordaron esta mañana, en una visita guiada en la que el actor Paco Pando hizo las veces del jurista, en el acto que ha cerrado la conmemoración del 150 aniversario del nacimiento de Rafael Altamira en Alicante. Ha coincidido con la fecha del fallecimiento del humanista alicantino y comenzó con una convocatoria pública en el centro cultural El Claustro, desde donde se partió hacia la casa natal del creador de la Extensión Universitaria en la calle Cienfuegos 2. «Allí vivió dos años», asegura Pilar Altamira, nieta del abogado y principal acicate para este homenaje, al que consiguió sumar a los ayuntamientos de Alicante y El Campello, a la Universidad de Alicante, al Instituto Gil-Albert y al IES Jorge Juan.

En ese edificio se ha colocado una nueva placa en la fachada que es ya la tercera. Más que nada porque la que estaba hasta ahora incluía dos fallos: ponía Cravea en vez de Crevea en el segundo apellido y recogía que vivió allí hasta los 15 años. La primera placa la inauguró el 1966 el hijo de Altamira, pero cuando se derribó el edificio original desapareció. Más tarde, ya en el nuevo bloque, se ubicó la que hoy ha sido sustituida por una de cerámica.

El recorrido siguió hacia la calle San Pascual, detrás de la Concatedral de San Nicolás, donde vivió con su familia hasta que se fue a Valencia a estudiar Derecho, aunque la residencia familiar definitiva fue en San Fernando 10. «En San Pascual no hay placa ni nada -apunta Pilar Altamira- y me gustaría que se pusiera otra para que si se mantienen las visitas guiadas, que van a intentar que sí, al menos en verano, pues se vea cuáles son las paradas».

Después el recorrido se dirigió al antiguo edificio de La Asegurada, antes Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Alicante, desde donde salió para marchar a la ciudad del Turia. Ahí se recordó la amistad con Joaquín Sorolla, que le pintó en dos ocasiones, y con Blasco Ibáñez, sus similitudes políticas y cómo el valenciano definía a Altamira como un «joven-viejo» por la seriedad de su comportamiento.

Después, parada en la Plaza del Ayuntamiento, lugar importante ya que a la vuelta de su viaje a América se le rindió un homenaje en el balcón de este edificio, el 4 de abril de 1910. La visita y los actos homenaje en Alicante finalizaron en el Paseíto Ramiro, donde se fundó la Escuela-Jardín Altamira al aire libre en 1913.

«Estoy muy satisfecha porque se ha conseguido que hayan colaborado muchas instituciones», afirma la nieta del historiador. «Ha habido una exposición, conciertos en el ADDA y en Las Cigarreras, y todo con bastante asistencia de público. Todo es poco porque a día de hoy sigue vigente lo que dijo sobre la coexistencia pacífica, el respeto a los derechos humanos y el diálogo entre los pueblos sin distinción de ideologías políticas».