Va a Venecia con el trabajo de investigación que ha desarrollado a lo largo de los últimos 15 años, Dynamic Cities.

Todo comenzó con la tesis, cuando empecé a pensar sobre de qué hablamos cuando hablamos de arquitectura y, a partir de ahí, la idea de pensar la ciudad no como una estructura estática sino dinámica. Conceptos como tiempo, ciudadanía, crecimiento, adaptabilidad... no hablamos de esos temas porque los tratados arquitectónicos se habían construido sobre la teoría de que la arquitectura era algo estático.

Por la misma sección de la Bienal de Venecia a la que va usted han pasado en años anteriores arquitectos como Eduardo Souto de Moura (Pritzker Prize 2011) o Norman Foster.

Sí y estoy muy ilusionado porque este año va a estar Toyo Ito, a quien conocí antes de que le dieran un Pritzker, y la Cooper Union, que es para mí una de las universidades de referencia.

¿Qué es Dynamic Cities?

Pues una pieza que pesa mucho, 450 kilogramos, y encima se ve una proyección. La pieza es metálica, con unos elementos de piedra agujereados, que se pliega y se despliega, se mueve, por el concepto de origami con el que he trabajado en algunos proyectos. Con ello presento la idea de Dynamic Cities, pensar la ciudad como una estructura dinámica. Se ha terminado la pieza gracias a Levantina y el Taller de Imagen está ultimando el vídeo multipantalla, en el que ha colaborado gente que realiza trabajos vinculados a la ciudad, con la idea de plantear una reflexión de lo que ocurre.

¿Y qué está ocurriendo?

La arquitectura deja de ser el diseño de un edificio para convertirse en un ente con vida interior y exterior, que interactúa con el entorno pero también con las líneas de desarrollo de la sociedad, medio ambiente, sostenibilidad...

El objetivo es que hablemos de conceptos que son esenciales como el tiempo, la ciudadanía, el viento, el crecimiento, las estaciones... cosas que para mí son fundamentales y que siempre se relegaban al borde de la arquitectura porque no eran capaces de generar estructuras estéticas. Nunca me terminó de encajar ese discurso. Siempre había como un límite que era donde a mí me interesaba empezar a hablar. De determinados arquitectos que nunca fueron ejemplos pero de los que todo el mundo hablaba, que no aparecían en la historiografía pero todo el mundo los referenciaba. Ese cambio existe. Ahora ya, tanto a mi personalmente como a la Universidad de Alicante, nos ha dado la razón esta especie de hecatombre que ha habido. Si antes no se hablaba del ciudadano, hoy en día es clave. El último Pritzker Prize a Alejandro Aravena muestra ese cambio.

Su Puente del Beso, los proyectos de Osaka, el teleférico del castillo Santa Bárbara y la Escuela de Arte de Alcoy son algunos de sus propuestas con ese espíritu de dinamismo arquitectónico, aunque no todas han sido ejecutadas.

Bueno el castillo es un proyecto que se quedó apartado, lo haces en un momento determinado y luego se aparca por circunstancias. Pero son proyectos que parten de la misma filosofía de dinamismo. Todo está cambiando rápidamente y la arquitectura habla ahora de estos temas.

La verdad es que la arquitectura despunta en Alicante.

Creo que se nos abre una ventana para la esperanza. Sé que decir esto en época de crisis es un poco complicado, pero la arquitectura se nos ha abierto con un nuevo aire, es como más democrático, un aire que a mí personalmente me encanta. Decir esto en un ambiente de crisis es un poco complicado, pero se empieza a tener a la ciudadanía en cuenta, a la naturaleza... Era algo esencial, tendría que estar en la propia conversación inicial. Hablar de crecimiento, de tiempo... por eso me gusta el nombre de Tiempo, espacio y existencia.

¿Por dónde pasa la arquitectura del futuro?

Yo creo que se están sentando estas bases y pasa por hablar de estos temas desde el punto de vista arquitectónico, pero desde el polo central no desde una situación límite. Hay que analizar cuál es la relación natural con la naturaleza, cómo se va a enfocar en el futuro, cómo nos vamos a relacionar técnicamente con el territorio a lo largo de los años... Si no, al final se nos van quedando obsoletos los objetos que producimos. La ciudad se sigue moviendo y el objeto se ha quedado quieto, porque no son capaces de estar dentro del sistema dinámico.

Eso también pasa por la formación de los profesionales.

He estado en Londres y he visitado algunas de las universidades de allí y es un proceso que ya están asumiendo todas las instituciones, incluso las más conservadoras. Por un lado está la crisis, pero por otro las crisis dan vida a nuevos proyectos, aunque está claro que las crisis no son buenas, y esto es un nuevo proyecto para todos nosotros como arquitectos y para la ciudadanía como integrantes de este proceso.

¿El cambio es ya invevitable?

Yo soy muy optimista. El avance de la sociedad pasa por la arquitectura. Cómo se conciben los espacios, cómo se viven... Todos formamos parte de la ciudad y es una estructura cambiante, por lo que la arquitectura tiene que ir en movimiento con ella.